Jesús sólo ha dejado huella de comunicación oral; los evangelios no presentan a Jesús escribiendo, ni conservamos ningún texto que se considere hológrafo de Jesús.
Toda la comunicación de Jesús es presencial, directa, "cuerpo a cuerpo"; no se comunica a distancia.
Él va a la sinagoga, se acerca directamente a la gente, la convoca en un lugar donde puedan escucharle, se acerca a las casas... Y también toca, se separa, cierra los ojos...
Cuando habla con la gente, no utiliza un lenguaje de conceptos duro e intelectual, que remite sólo a ideas. Jesús cuenta, narra y cuando lo hace, despliega toda la capacidad de evocar, sugerir e implicar en la comunicación, propia del lenguaje narrativo.
Esas historias son experiencias cotidianas ante las que hay que situarse, personas con las que hay que convivir o encontrarse, realidades que hay que afrontar. No llama a la gente a que venga a hablar con Él, no les da cita ni llama a entrevistas.
Por eso son historias vivas, porque obligan a hacerlas propias y a contarlas como propias.
El vocabulario que Jesús utiliza es sencillo y conciso; semillas, levadura, monedas, hijos ingratos, banquetes, trabajadores contratados.
Toda la comunicación de Jesús es presencial, directa, "cuerpo a cuerpo"; no se comunica a distancia.
Él va a la sinagoga, se acerca directamente a la gente, la convoca en un lugar donde puedan escucharle, se acerca a las casas... Y también toca, se separa, cierra los ojos...
Cuando habla con la gente, no utiliza un lenguaje de conceptos duro e intelectual, que remite sólo a ideas. Jesús cuenta, narra y cuando lo hace, despliega toda la capacidad de evocar, sugerir e implicar en la comunicación, propia del lenguaje narrativo.
Esas historias son experiencias cotidianas ante las que hay que situarse, personas con las que hay que convivir o encontrarse, realidades que hay que afrontar. No llama a la gente a que venga a hablar con Él, no les da cita ni llama a entrevistas.
Por eso son historias vivas, porque obligan a hacerlas propias y a contarlas como propias.
El vocabulario que Jesús utiliza es sencillo y conciso; semillas, levadura, monedas, hijos ingratos, banquetes, trabajadores contratados.
Dichos breves que se fueron transmitiendo; “donde está el cadáver, allí se juntan los buitres”.
Incluye refranes y aforismos cuando habla;
- “Al que tenga se le dará, pero al que no tenga se le quitará hasta lo que tenga.”
Se dirige a los oyentes directamente y reclama su atención; -“¡Estén despiertos!” -“¡Vigilen!”
Pregunta; “¿Pueden ayunar los invitados de la boda mientras está con ellos el novio?.”
En muchas ocasiones explica, invita, nombra; Zaqueo, Marta.
No se cansa; considera lo que sienten y dicen los demás y habla de cosas que a la gente le atañen.
Gracias a toda esta comunicación interpersonal, conocemos el sentido de su misión, sus valores, los nombres de sus amigos, la interpretación de sus gestos...
En Jesús, recorrer los caminos de Palestina es un constante encuentro de comunicación: con los que suben al monte, con los que encuentra en la sinagoga, con aquellos a los que cura, con las mujeres que tienen gestos de acogida con él, con las autoridades, con los discípulos...
Los evangelios nos han facilitado lo que se llama comunicación intrapersonal: la que Jesús tenía consigo mismo, su pensamiento.
Jesús reconoce los pensamientos de quienes vienen a probarlo, su malicia; se conmueve; se siente horrorizado; siente la fuerza que ha salido de él; se sorprende; se queda cautivado; se estremece; se debate interiormente; es consciente del momento que le toca vivir.
Jesús de Nazaret, un judío del siglo primero, tenía algo que enseñarnos a los hombres y mujeres de la sociedad de la hiper-información del siglo XXI.
Jesús se muestra como un especialista en la comunicación directa, “cuerpo a cuerpo”: se acerca a aquellos a los que habla, se identifica, les mira, les llama por su nombre.
En tiempos de la comunicación digital, Jesús, que no elude los compromisos del “cara a cara”, denuncia una comunicación en la que los protagonistas se esconden detrás de alias y nicknames y suplantan identidades o engañan acerca de sí mismos.
En el lenguaje gestual de Jesús, rico y provocativo, encontramos una alternativa de comunicación creíble en medio de esta dictadura de la imagen.
Incluye refranes y aforismos cuando habla;
- “Al que tenga se le dará, pero al que no tenga se le quitará hasta lo que tenga.”
Se dirige a los oyentes directamente y reclama su atención; -“¡Estén despiertos!” -“¡Vigilen!”
Pregunta; “¿Pueden ayunar los invitados de la boda mientras está con ellos el novio?.”
En muchas ocasiones explica, invita, nombra; Zaqueo, Marta.
No se cansa; considera lo que sienten y dicen los demás y habla de cosas que a la gente le atañen.
Gracias a toda esta comunicación interpersonal, conocemos el sentido de su misión, sus valores, los nombres de sus amigos, la interpretación de sus gestos...
En Jesús, recorrer los caminos de Palestina es un constante encuentro de comunicación: con los que suben al monte, con los que encuentra en la sinagoga, con aquellos a los que cura, con las mujeres que tienen gestos de acogida con él, con las autoridades, con los discípulos...
Los evangelios nos han facilitado lo que se llama comunicación intrapersonal: la que Jesús tenía consigo mismo, su pensamiento.
Jesús reconoce los pensamientos de quienes vienen a probarlo, su malicia; se conmueve; se siente horrorizado; siente la fuerza que ha salido de él; se sorprende; se queda cautivado; se estremece; se debate interiormente; es consciente del momento que le toca vivir.
Jesús de Nazaret, un judío del siglo primero, tenía algo que enseñarnos a los hombres y mujeres de la sociedad de la hiper-información del siglo XXI.
Jesús se muestra como un especialista en la comunicación directa, “cuerpo a cuerpo”: se acerca a aquellos a los que habla, se identifica, les mira, les llama por su nombre.
En tiempos de la comunicación digital, Jesús, que no elude los compromisos del “cara a cara”, denuncia una comunicación en la que los protagonistas se esconden detrás de alias y nicknames y suplantan identidades o engañan acerca de sí mismos.
En el lenguaje gestual de Jesús, rico y provocativo, encontramos una alternativa de comunicación creíble en medio de esta dictadura de la imagen.
La “aldea global”, donde todos estamos informados en tiempo real, Jesús se revela como un comunicador que sabe qué decir y cuándo; qué estrategias emplear para hacerse entender y cómo resultar significativo.
Quizá, examinando sus estrategias podamos neutralizar las reacciones de desinterés y confusión ante lo que sucede, que se producen como consecuencia de la “hiperinformación”.
El carácter significativo de las palabras que Jesús comunica educa a los oyentes en actitudes críticas.
Las parábolas, con sus paradojas y exageraciones, el estilo directo, las llamadas de atención... muestran el éxito de una comunicación de “efecto-choque” que parece volverlo todo del revés y que no deja indiferentes.
Además, la capacidad de sugerir de las imágenes contenidas en las alegorías postulan el valor del lenguaje estético-poético.
Estas enseñanzas pueden ayudarnos a repensar la necesidad de contextualizar nuestros mensajes religiosos, a recuperar el espacio cotidiano como ámbito en el que provocar la pregunta por Dios, a considerar la responsabilidad comunicativa de los testigos de la fe.
Quizá, examinando sus estrategias podamos neutralizar las reacciones de desinterés y confusión ante lo que sucede, que se producen como consecuencia de la “hiperinformación”.
El carácter significativo de las palabras que Jesús comunica educa a los oyentes en actitudes críticas.
Las parábolas, con sus paradojas y exageraciones, el estilo directo, las llamadas de atención... muestran el éxito de una comunicación de “efecto-choque” que parece volverlo todo del revés y que no deja indiferentes.
Además, la capacidad de sugerir de las imágenes contenidas en las alegorías postulan el valor del lenguaje estético-poético.
Estas enseñanzas pueden ayudarnos a repensar la necesidad de contextualizar nuestros mensajes religiosos, a recuperar el espacio cotidiano como ámbito en el que provocar la pregunta por Dios, a considerar la responsabilidad comunicativa de los testigos de la fe.