HACER DISCÍPULOS DE JESÚS - Reflexión sobre Mateo 28, 16-20

Mateo describe la despedida de Jesús trazando las líneas de fuerza que han de orientar a sus discípulos, rasgos que han de marcar a su Iglesia para cumplir fielmente su misión.
El punto de arranque es Galilea. Ahí los convoca Jesús. La resurrección no los debe llevar a olvidar lo vivido con él en Galilea.
Allí le han escuchado hablar de Dios con parábolas conmovedoras. Allí lo han visto aliviando el sufrimiento, ofreciendo el perdón de Dios y acogiendo a los más olvidados. Es eso precisamente lo que han de seguir trasmitiendo.
Entre los discípulos hay “creyentes” y hay quienes “vacilan”. El narrador es realista. Los discípulos “se postran”. Sin duda, quieren creer, pero en algunos se despierta la duda y la indecisión.
Tal vez están asustados, no pueden captar todo lo que aquello significa.
Mateo conoce la fe frágil de las comunidades cristianas. Si no contaran con Jesús pronto se apagaría.
Jesús “se acerca” y entra en contacto con ellos. Él tiene la fuerza y el poder que a ellos les falta.
El resucitado ha recibido del Padre la autoridad del Hijo de Dios con “pleno poder en el cielo y en la tierra”. Si se apoyan en él, no vacilarán.
Jesús les indica con toda precisión cuál ha de ser su misión. No es propiamente enseñar doctrina. No es sólo anunciar al resucitado.
Sin duda, los discípulos de Jesús habrán de cuidar diversos aspectos: dar testimonio del resucitado, proclamar el evangelio, implantar comunidades…, pero todo estará finalmente orientado a un objetivo: hacer discípulos de Jesús.
Esta es nuestra misión: hacer seguidores de Jesús, que conozcan su mensaje, sintonicen con su proyecto, aprendan a vivir como él y reproduzcan hoy su presencia en el mundo.
Actividades tan fundamentales como el bautismo, compromiso de adhesión a Jesús, y la enseñanza de todo lo mandado por él, son vías para aprender a ser sus discípulos. Jesús les promete su presencia y ayuda constante.
No estarán solos ni desamparados. Ni aunque sean pocos. Ni aunque sean sólo dos o tres.
Así es la comunidad cristiana. La fuerza del resucitado lo llena todo con su Espíritu. Todo está orientado a aprender y enseñar a vivir como Jesús y desde Jesús.
El sigue vivo en sus comunidades. Sigue con nosotros y entre nosotros curando, perdonando, acogiendo… humanizando la vida.
Eclesalia