- LAS PALABRAS, SU VALOR Y SUS CONSECUENCIAS

Ya sean aquellas que salen de nuestra boca, las audibles por los otros, como aquellas que salen por medio de un teclado en un ciber o en la computadora del trabajo o la casa.
Son palabras que forman frases y mensajes que tienen destinatario, que provocan alegría o daño, según la intención. Se puede hacer el bien o el mal, o ser indiferente, porque hay palabras que nos llevan a ser muy “equilibrados”, “cautos”, “prudentes”, que al final no dicen nada, no comprometen nada, no cambian ni motivan nada ni a nadie.
Parece mentira, todo lo que pueden llegar a hacer. Cómo acunan o cómo golpean. Cómo hieren o cómo acarician y sanan. Sinceras o falsas, pensadas o espontáneas… son uno de nuestros mayores tesoros. Las decimos, las escribimos, las leemos y compartimos.
Cuantos e-mail hemos escrito o hemos reenviado en las que las palabras hieren y hunden a personas, familias, instituciones, al bien común, son como el cuento de las plumas que representan a las murmuraciones, si las desparramamos en un barrio, para remediar lo dicho o hecho, tengo que juntarlas a todas, una tarea imposible.
Un ejemplo de estos tiempos; las cadenas de e-mail sobre la situación social o política que vivimos, cuantas “cartas”, “estudios”, “estadísticas”, “artículos” que hemos recibido y en muchas ocasiones, reenviado. Aprendemos con las palabras prestadas de otros, y quizás también nosotros llegamos a decir algo que merezca la pena… para alguien.
Hablamos, y en el hablar y en la escucha, a veces, nos encontramos… Jesús es Palabra de Dios. Palabra auténtica, de amor y pasión por nosotros. ¿Y yo? ¿Qué palabra soy?
MEJOR CALLAR…
“…absteneos de la maledicencia; no hay frase solapada que caiga en el vacío; la boca calumniadora mata.” (Sab 1,11)
Hay palabras que es mejor no decir. Porque no hacen falta. Porque juzgan sin intentar comprender. Porque son falsas. Palabras de maledicencia o de crítica injusta, de chismorreo y de condena. Palabras innecesarias, o cháchara para llenar silencios que asustan. Palabras de burla que ignoran el dolor del débil. Palabras que apuñalan por la espalda. Es mejor callar aquello en lo que sabemos que no estamos siendo honestos, o aquello que no diríamos en persona. Aquello que levanta muros y genera desconfianzas y fracturas. Es mejor callar lo que envenena los sueños y marchita las vidas.
¿Qué palabras están de más en tu hablar?. ¿Qué sería mejor callar?.

MEJOR HABLAR…
“Y la Palabra se hizo carne. Y habitó entre nosotros” (Jn 1,14)
Para bendecir. Para hablar bien de tantas historias, tantas personas, tantas circunstancias que hay que afirmar. Mejor hablar con palabras sinceras. Para reconocer y elogiar lo bueno. Para criticar lo que pueda mejorarse, pero desde una actitud de concordia. Mejor hablar desde el cariño y la ternura. Aprender a reconocer tanto bueno como hay en torno. Mejor hablar cara a cara, encontrándonos y descubriéndonos siempre personas, en la debilidad pero en la humanidad. Mejor hablar con palabras que tienden puentes, estrechan distancias y entrelazan vidas. Mejor hablar con amor.
¿En qué mi hablar es bendecir?. ¿Alguna vez mis palabras son caricia, bálsamo, regalo?.