VER:
Un integrante de un grupo cristiano, invita a unos chicos a las reuniones de los domingos, son tres, dos varones y una mujer, entre 18 y 20 años, visten distinto a el grueso del grupo, tienen hasta manera distinta de saludar, están como observando todo, escuchando todo, al transcurrir del tiempo, solo se los escucha cuando dicen sus nombres, sus estudios.
Cuando termina la reunión, quien los llevó, les pregunta si les gustó, dijeron que sí, pero que muchas cosas no entendían, porque sabian poco de Jesús.
Así, algunas reuniones, daba la impresión que los chicos no entraban en sintonía, por lo menos es lo que se apreciaba y cuando hablaban, eran frases cortas, directas o si no sabian algo, lo decían.
El grupo reaccionó, primero con algún interés, luego trataron de arrimarse a ellos, pero lo hicieron algunos, luego es como que se pusieron a esperar.
Algunos, en la semana, hablaron con el muchacho que los llevó, y le dijeron que fue un error, que no estaban integrados ni se querían integrar, que no entendían nada, que no participaban. El muchacho explico que según el, les hacía bien ir a las reuniones, que tengan paciencia.
Pero las criticas continuaron, que la ropa, que sus gustos musicales, que no serán adictos?. Que son raros.
También se acercó una persona mayor de la parroquia e hizo preguntas al muchacho que los invitó.
El resto es sabido, conversaciones, peros, excusas, discusiones, más excusas. Conclusión, los chicos, percibieron el clima y las actitudes y no fueron más a las reuniones. Y todo siguió normal.
JUZGAR:
Una de las acusaciones contra Jesús era el hecho de que veía de otra forma las normas establecidas en la Torá (Ley del Antiguo Testamento).
Cura a enfermos en sábado, toca a leprosos, no guarda los ayunos prescritos, come con gente mala, se junta con prostitutas y recaudadores de impuestos, acepta a gente violenta en su grupo, habla de destruir el templo.
Se atrevía a decir que él no había venido a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud y por si fuera poco, no era más que el hijo de un carpintero que no podía exhibir ningún título de nobleza y menos estudios.
Los sabios lo desprecian, pero cuando se dan cuenta de que los “ignorantes” descubren que enseña con una autoridad nueva y lo siguen, pasan del desprecio a la persecución y a la muerte.
“Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas.”
Decían los fariseos: “Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?”.
Y les dijo: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el hijo del hombre también es señor del sábado”.
En la sinagoga estaba un hombre que tenía la mano paralizada.
Dice Jesús: “Levántate ahí en medio.”
Y les dice a todos: “¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?”. Todos callaban.
Entonces, mirándoles, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: “Extiende la mano”.
Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salió Jesús, se confabularon contra él para ver cómo eliminarle.
La ley nunca puede ser una losa que aplaste al hombre. La ley está en función del hombre y vale en la medida en que le ayuda a ser más libre y responsable.
El compartir la persona de Jesús debe seguir los criterios de Dios, manifestados en el mismo Jesús. Nunca puede ser una losa de normas y leyes que caigan como fardo pesado sobre la vida y conciencia de las personas.
Una buena síntesis nos la ofrece San Pablo: “Hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Frente a estructuras que reducen al hombre a un solo molde, Jesús nos enseña en su predicación que leyes y estructuras están al servicio del hombre y no al revés, que la persona es por encima de la ley.
ACTUAR:
Parece sencilla la respuesta para actuar, es decir; muchas veces cumplimos con el primer paso, la invitación y el recibimiento en la comunidad, pero en la medida que se da el conocimiento mutuo, las cosas no son tan simples, porque exige mucha atención, comprensión, ponerse en el lugar del otro, ser astutos, comprender, oir, sentir, ser pacientes.
Además de estudiar, reflexionar, preguntar, aplicar, cambiar criterios, adaptarse a situaciones distintas y acompañar a otros hermanos que vienen con una cultura, con un mundo interno en apariencia, distinto, pero en la medida que se profundiza seriamente y uno se involucra, las diferencias se acortan, los caminos se iluminan, las respuestas salen solas.
Conversión no es igual a que los que se acercan, sean igual que uno, porque a uno le resultó en su momento.
Jesús nos hará hablar las lenguas y nos dará la fuerza para ser escuchados y comprendidos por los hombres y mujeres a tiempo y a destiempo, como Jesús, cuando sanaba en el sábado.
¿Cuál era el secreto de aquel galileo?;
Un integrante de un grupo cristiano, invita a unos chicos a las reuniones de los domingos, son tres, dos varones y una mujer, entre 18 y 20 años, visten distinto a el grueso del grupo, tienen hasta manera distinta de saludar, están como observando todo, escuchando todo, al transcurrir del tiempo, solo se los escucha cuando dicen sus nombres, sus estudios.
Cuando termina la reunión, quien los llevó, les pregunta si les gustó, dijeron que sí, pero que muchas cosas no entendían, porque sabian poco de Jesús.
Así, algunas reuniones, daba la impresión que los chicos no entraban en sintonía, por lo menos es lo que se apreciaba y cuando hablaban, eran frases cortas, directas o si no sabian algo, lo decían.
El grupo reaccionó, primero con algún interés, luego trataron de arrimarse a ellos, pero lo hicieron algunos, luego es como que se pusieron a esperar.
Algunos, en la semana, hablaron con el muchacho que los llevó, y le dijeron que fue un error, que no estaban integrados ni se querían integrar, que no entendían nada, que no participaban. El muchacho explico que según el, les hacía bien ir a las reuniones, que tengan paciencia.
Pero las criticas continuaron, que la ropa, que sus gustos musicales, que no serán adictos?. Que son raros.
También se acercó una persona mayor de la parroquia e hizo preguntas al muchacho que los invitó.
El resto es sabido, conversaciones, peros, excusas, discusiones, más excusas. Conclusión, los chicos, percibieron el clima y las actitudes y no fueron más a las reuniones. Y todo siguió normal.
JUZGAR:
Una de las acusaciones contra Jesús era el hecho de que veía de otra forma las normas establecidas en la Torá (Ley del Antiguo Testamento).
Cura a enfermos en sábado, toca a leprosos, no guarda los ayunos prescritos, come con gente mala, se junta con prostitutas y recaudadores de impuestos, acepta a gente violenta en su grupo, habla de destruir el templo.
Se atrevía a decir que él no había venido a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud y por si fuera poco, no era más que el hijo de un carpintero que no podía exhibir ningún título de nobleza y menos estudios.
Los sabios lo desprecian, pero cuando se dan cuenta de que los “ignorantes” descubren que enseña con una autoridad nueva y lo siguen, pasan del desprecio a la persecución y a la muerte.
“Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas.”
Decían los fariseos: “Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?”.
Y les dijo: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el hijo del hombre también es señor del sábado”.
En la sinagoga estaba un hombre que tenía la mano paralizada.
Dice Jesús: “Levántate ahí en medio.”
Y les dice a todos: “¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?”. Todos callaban.
Entonces, mirándoles, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: “Extiende la mano”.
Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salió Jesús, se confabularon contra él para ver cómo eliminarle.
La ley nunca puede ser una losa que aplaste al hombre. La ley está en función del hombre y vale en la medida en que le ayuda a ser más libre y responsable.
El compartir la persona de Jesús debe seguir los criterios de Dios, manifestados en el mismo Jesús. Nunca puede ser una losa de normas y leyes que caigan como fardo pesado sobre la vida y conciencia de las personas.
Una buena síntesis nos la ofrece San Pablo: “Hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Frente a estructuras que reducen al hombre a un solo molde, Jesús nos enseña en su predicación que leyes y estructuras están al servicio del hombre y no al revés, que la persona es por encima de la ley.
ACTUAR:
Parece sencilla la respuesta para actuar, es decir; muchas veces cumplimos con el primer paso, la invitación y el recibimiento en la comunidad, pero en la medida que se da el conocimiento mutuo, las cosas no son tan simples, porque exige mucha atención, comprensión, ponerse en el lugar del otro, ser astutos, comprender, oir, sentir, ser pacientes.
Además de estudiar, reflexionar, preguntar, aplicar, cambiar criterios, adaptarse a situaciones distintas y acompañar a otros hermanos que vienen con una cultura, con un mundo interno en apariencia, distinto, pero en la medida que se profundiza seriamente y uno se involucra, las diferencias se acortan, los caminos se iluminan, las respuestas salen solas.
Conversión no es igual a que los que se acercan, sean igual que uno, porque a uno le resultó en su momento.
Jesús nos hará hablar las lenguas y nos dará la fuerza para ser escuchados y comprendidos por los hombres y mujeres a tiempo y a destiempo, como Jesús, cuando sanaba en el sábado.
¿Cuál era el secreto de aquel galileo?;
Pensaba y obraba en función de la persona, desde el principio Jesús lo manifiesta con claridad.