Jesús vivía muy atento a las personas necesitadas que encontraba en su camino. Mira al paralítico de Cafarnaún, a los dos ciegos de Jericó o a la anciana encorvada por la enfermedad, y se le conmueven las entrañas.
No es capaz de pasar de largo, sin hacer algo por aliviar su sufrimiento.
Pero los evangelios nos lo presentan, además, fijando con frecuencia su mirada sobre las muchedumbres. Veía a las gentes con hambre o con toda clase de enfermedades y dolencias, y le sucedía siempre lo mismo: sentía compasión.
Había algo que le dolía de manera especial. Nos lo recuerda Mateo: "al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor". Ni los representantes de Roma ni los dirigentes religiosos de Jerusalén se preocupan de aquella gente de pueblo.
Esta compasión de Jesús no es un sentimiento pasajero. Es su manera de mirar a la gente y de vivir buscando el bien. Su forma de encarnar la misericordia de Dios. De esta compasión nace su decisión de llamar a los doce apóstoles para enviarlos a las ovejas perdidas de Israel.
Para ello, él mismo les da autoridad, pero lo que les regala no es un poder sagrado para que lo utilicen según su propia voluntad. No es un poder de gobernar al pueblo como los romanos que gobiernan a las naciones con su poder. Es un poder orientado a hacer el bien expulsando espíritus malignos y curando toda enfermedad y dolencia.
Toda la autoridad que hay en la Iglesia arranca y se basa en esta compasión de Jesús por el pueblo. Está orientada a curar, aliviar el sufrimiento y hacer el bien. Es un regalo de Jesús. Los que lo ejercen lo han de hacer gratis, pues la Iglesia es un regalo de Jesús a las gentes.
Por eso los discípulos han de predicar lo que predicaba él, no otra cosa: "predicad que el reino de Dios está cerca"; que la gente pueda escuchar esa noticia y entrar en el proyecto de Dios. Pero lo han de hacer poniendo salud, vida, convivencia y liberación de lo demoníaco.
Así lo indican las cuatro propuestas de Jesús: Curar enfermos, Resucitar muertos, Limpiar leprosos, Arrojar demonios.
En nuestro interior, que tendremos que curar, resucitar, limpiar, arrojar?... y en nuestras Comunidades, Familias, Trabajo, Estudio, Amigos?,
Curaremos el pesimismo con que se enferman los que nos rodean?.
Resucitaremos nuestros talentos y de los cercanos a nosotros para multiplicarlos?. Resucitaremos el ardor de nuestros mejores momentos de actividad evangélica?.
Limpiaremos las añadiduras que pusimos en los mejores lugares de nuestro corazón?.
Arrojaremos lejos la comodidad, la vagancia y empezar a hacer una sociedad justa, libre y solidaria?.
Jesús hacía esto, nos enseña a hacer, como educador de criterios que es... nos enseña. Para empezar a tener autoridad y hacer el bien.
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Pero los evangelios nos lo presentan, además, fijando con frecuencia su mirada sobre las muchedumbres. Veía a las gentes con hambre o con toda clase de enfermedades y dolencias, y le sucedía siempre lo mismo: sentía compasión.
Había algo que le dolía de manera especial. Nos lo recuerda Mateo: "al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor". Ni los representantes de Roma ni los dirigentes religiosos de Jerusalén se preocupan de aquella gente de pueblo.
Esta compasión de Jesús no es un sentimiento pasajero. Es su manera de mirar a la gente y de vivir buscando el bien. Su forma de encarnar la misericordia de Dios. De esta compasión nace su decisión de llamar a los doce apóstoles para enviarlos a las ovejas perdidas de Israel.
Para ello, él mismo les da autoridad, pero lo que les regala no es un poder sagrado para que lo utilicen según su propia voluntad. No es un poder de gobernar al pueblo como los romanos que gobiernan a las naciones con su poder. Es un poder orientado a hacer el bien expulsando espíritus malignos y curando toda enfermedad y dolencia.
Toda la autoridad que hay en la Iglesia arranca y se basa en esta compasión de Jesús por el pueblo. Está orientada a curar, aliviar el sufrimiento y hacer el bien. Es un regalo de Jesús. Los que lo ejercen lo han de hacer gratis, pues la Iglesia es un regalo de Jesús a las gentes.
Por eso los discípulos han de predicar lo que predicaba él, no otra cosa: "predicad que el reino de Dios está cerca"; que la gente pueda escuchar esa noticia y entrar en el proyecto de Dios. Pero lo han de hacer poniendo salud, vida, convivencia y liberación de lo demoníaco.
Así lo indican las cuatro propuestas de Jesús: Curar enfermos, Resucitar muertos, Limpiar leprosos, Arrojar demonios.
En nuestro interior, que tendremos que curar, resucitar, limpiar, arrojar?... y en nuestras Comunidades, Familias, Trabajo, Estudio, Amigos?,
Curaremos el pesimismo con que se enferman los que nos rodean?.
Resucitaremos nuestros talentos y de los cercanos a nosotros para multiplicarlos?. Resucitaremos el ardor de nuestros mejores momentos de actividad evangélica?.
Limpiaremos las añadiduras que pusimos en los mejores lugares de nuestro corazón?.
Arrojaremos lejos la comodidad, la vagancia y empezar a hacer una sociedad justa, libre y solidaria?.
Jesús hacía esto, nos enseña a hacer, como educador de criterios que es... nos enseña. Para empezar a tener autoridad y hacer el bien.
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