Estamos desde hace un tiempo en plena “efervescencia olímpica”, la plena competencia, la capacitación física con el cultivo del carácter encaminada a conseguir logros destacables, en donde la competición, los éxitos son una expresión del instinto de pasar a la historia, de la intención de inmortalizarse en los familiares, los amigos y todos aquellos que viven alrededor del estilo deportivo.
PALAIO - PALAISTRA - PALESTRA: En las cartas de Pablo es recurrente escribir como un hombre de ciudad, con todo lo que eso significa, usar elementos propios de una ciudad; entre varios ejemplos habla del estadio (Palaistra), adonde compara la lucha (Palaio), el esfuerzo del atleta por conquistar la victoria, los laureles, con el camino del cristiano hacia logros no perecederos.
San Pablo, se demuestra experto en competiciones, luchas, carreras; reconoce el valor del deporte como capacitación para superar obstáculos y ganar respetando las reglas: "El atleta no recibe el premio si no lucha según las reglas".
PALAIO - PALAISTRA - PALESTRA: En las cartas de Pablo es recurrente escribir como un hombre de ciudad, con todo lo que eso significa, usar elementos propios de una ciudad; entre varios ejemplos habla del estadio (Palaistra), adonde compara la lucha (Palaio), el esfuerzo del atleta por conquistar la victoria, los laureles, con el camino del cristiano hacia logros no perecederos.
San Pablo, se demuestra experto en competiciones, luchas, carreras; reconoce el valor del deporte como capacitación para superar obstáculos y ganar respetando las reglas: "El atleta no recibe el premio si no lucha según las reglas".
Subraya también lo precario de los resultados, pues, aún después de la victoria, la carrera continúa: "Corremos con perseverancia en la carrera que tenemos delante".
Es decir; la meta se desplaza cada vez más allá, el premio recibido es provisorio y, lo que está en juego, es una salvación que va más allá de la competición.
Es decir; la meta se desplaza cada vez más allá, el premio recibido es provisorio y, lo que está en juego, es una salvación que va más allá de la competición.
Lo evoca en la carta a los Filipenses: "No es que yo ya haya alcanzado la meta o que ya haya conseguido la perfección, pero sigo corriendo con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Sin embargo, hermanos, no creo haberlo logrado aún, sino que, olvidando lo que dejé atrás, me lanzo hacia adelante, para acercarme a la meta, al premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús".
La meta para el apóstol no es lo que está señalado en el suelo con unas líneas de un color particular, o con un cinta que el primero en llegar, corta. Para el apóstol la señal es el fin más allá del fin. No solo es la victoria sobre sí mismos, fruto de un esfuerzo gratificante, sino que es la perfección cristiana, que va más allá del éxito temporal y es un don y una tarea, un regalo de Dios y un esfuerzo (entrenamiento, competición) de los que participan.
San Pablo, en su teología, utiliza la terminología de la lucha para exhortar al cristiano a empeñarse en la carrera de la vida, para combatir las adversidades, para gratificarse con el esfuerzo, con la competencia. Pablo, no toma la competencia, la lucha, como un combate de exterminio del otro que participa en la lucha, lo toma como eso, una competencia, una participación. Una manera de superar inconvenientes, propios y ajenos, con reglas e instrumentos adecuados.
Los records, la fiebre por las medallas, el uso de la competencia para hacer valer la supremacía de una nación sobre otra, de una ideología sobre otra, el uso de métodos, propagandas, sustancias dañinas y que sacan ventajas, el uso y abuso de fármacos y en el ámbito comercial, la lucha de una marca de indumentaria deportiva sobre otra.
Males que asolan los niveles competitivos, no se dan la mano con lo pensado en la elaboración de los principios modernos de los Juegos Olímpicos. Y mucho menos con lo que plantea Pablo de Tarso.
En su última carta a Timoteo, Pablo todavía usa un lenguaje deportivo, habla de lucha y de carrera, de la corona que tiene que recibir en premio, del juez de competición: "En cuanto a mí, yo estoy a punto de ofrecer mi vida y el momento de mi partida es inminente. He combatido la buena batalla, he concluido mi carrera, he conservado la fe. Sólo me queda recibir la corona de justicia que el Señor, justo juez, me entregará en aquel día".
Esta consideraciones paulinas reconocen a la competición un valor auténticamente humano, porque en el deporte no se trata tanto de enfrentarse con otro, cuanto con uno mismo, y en esta competición hace falta respetar las reglas con lealtad, porque, quien gana eludiendo la regla, sabe que no ha ganado, aunque haya recibido el premio entre los aplausos de todos.
Y por casa como andamos, por nuestra Iglesia, nuestro Movimiento, nuestra Comunidad, nuestra familia, nuestros ambientes, como asumo las diferentes luchas.
La meta para el apóstol no es lo que está señalado en el suelo con unas líneas de un color particular, o con un cinta que el primero en llegar, corta. Para el apóstol la señal es el fin más allá del fin. No solo es la victoria sobre sí mismos, fruto de un esfuerzo gratificante, sino que es la perfección cristiana, que va más allá del éxito temporal y es un don y una tarea, un regalo de Dios y un esfuerzo (entrenamiento, competición) de los que participan.
San Pablo, en su teología, utiliza la terminología de la lucha para exhortar al cristiano a empeñarse en la carrera de la vida, para combatir las adversidades, para gratificarse con el esfuerzo, con la competencia. Pablo, no toma la competencia, la lucha, como un combate de exterminio del otro que participa en la lucha, lo toma como eso, una competencia, una participación. Una manera de superar inconvenientes, propios y ajenos, con reglas e instrumentos adecuados.
Los records, la fiebre por las medallas, el uso de la competencia para hacer valer la supremacía de una nación sobre otra, de una ideología sobre otra, el uso de métodos, propagandas, sustancias dañinas y que sacan ventajas, el uso y abuso de fármacos y en el ámbito comercial, la lucha de una marca de indumentaria deportiva sobre otra.
Males que asolan los niveles competitivos, no se dan la mano con lo pensado en la elaboración de los principios modernos de los Juegos Olímpicos. Y mucho menos con lo que plantea Pablo de Tarso.
En su última carta a Timoteo, Pablo todavía usa un lenguaje deportivo, habla de lucha y de carrera, de la corona que tiene que recibir en premio, del juez de competición: "En cuanto a mí, yo estoy a punto de ofrecer mi vida y el momento de mi partida es inminente. He combatido la buena batalla, he concluido mi carrera, he conservado la fe. Sólo me queda recibir la corona de justicia que el Señor, justo juez, me entregará en aquel día".
Esta consideraciones paulinas reconocen a la competición un valor auténticamente humano, porque en el deporte no se trata tanto de enfrentarse con otro, cuanto con uno mismo, y en esta competición hace falta respetar las reglas con lealtad, porque, quien gana eludiendo la regla, sabe que no ha ganado, aunque haya recibido el premio entre los aplausos de todos.
Y por casa como andamos, por nuestra Iglesia, nuestro Movimiento, nuestra Comunidad, nuestra familia, nuestros ambientes, como asumo las diferentes luchas.
Y nuestras leyes, las que usamos diariamente, sirven para ganar como corresponde o solo son un engaño para considerarme un ganador efímero.
En nuestro caso la participación es colectiva, comunitaria, no tenemos enemigos de carne y hueso para vencer, son otras las competencias que debemos realizar, empezando por la construcción del Reino de Dios entre los hombres y las superaciones personales y comunes (criterios, hábitos, errores, pecados, limitaciones autoimpuestas, indiferencias, miedos, estancamientos, cansancios…)
Lo recuerda San Pablo en la primera carta a los Corintios: "¿Saben ustedes que en el estadio todos corren, pero uno solo alcanza el premio? Ustedes corran de tal manera que lo logren.
Por eso los atletas se abstienen de todo con el fin de conquistar una corona corruptible, mientras que nosotros aspiramos a una incorruptible.
Yo, pues, corro, pero no sin rumbo; peleo, pero no como uno que da golpes al aire; más bien disciplino duramente mi cuerpo y lo domino, no me suceda que después de haber enseñado a los demás, quede yo descalificado".
En nuestro caso la participación es colectiva, comunitaria, no tenemos enemigos de carne y hueso para vencer, son otras las competencias que debemos realizar, empezando por la construcción del Reino de Dios entre los hombres y las superaciones personales y comunes (criterios, hábitos, errores, pecados, limitaciones autoimpuestas, indiferencias, miedos, estancamientos, cansancios…)
Lo recuerda San Pablo en la primera carta a los Corintios: "¿Saben ustedes que en el estadio todos corren, pero uno solo alcanza el premio? Ustedes corran de tal manera que lo logren.
Por eso los atletas se abstienen de todo con el fin de conquistar una corona corruptible, mientras que nosotros aspiramos a una incorruptible.
Yo, pues, corro, pero no sin rumbo; peleo, pero no como uno que da golpes al aire; más bien disciplino duramente mi cuerpo y lo domino, no me suceda que después de haber enseñado a los demás, quede yo descalificado".
Cada vez que lleguemos a una meta, tendremos otras a conquistar, a luchar, a esforzarnos, y exige de nosotros un entrenamiento continuo, intenso, comunitario... para seguir en el camino de perfección para alcanzar la salvación.
Los laureles, los premios, las medallas, el reconocimiento, la fama, son pasajeras, lo importante es la lucha, el sentirnos preparados para las circunstancias de la vida.
Circunstancias, vivencias, experiencias que son “competiciones”, signos y símbolos de la lucha que cada uno lleva a cabo por si mismo o en comunidad para superar las metas de la vida en vista al resultado final, que se halla más allá de los eventos de la historia, pero que dependen de ellos.
Vínculo relacionado: http://lidydir.blogspot.com/2007/07/escuela-de-dirigentes-2007-clase-1.html
Los laureles, los premios, las medallas, el reconocimiento, la fama, son pasajeras, lo importante es la lucha, el sentirnos preparados para las circunstancias de la vida.
Circunstancias, vivencias, experiencias que son “competiciones”, signos y símbolos de la lucha que cada uno lleva a cabo por si mismo o en comunidad para superar las metas de la vida en vista al resultado final, que se halla más allá de los eventos de la historia, pero que dependen de ellos.
Vínculo relacionado: http://lidydir.blogspot.com/2007/07/escuela-de-dirigentes-2007-clase-1.html