- DESAFIOS DE LA JUVENTUD Y DE LA EVANGELIZACIÓN

Para los jóvenes actuales, es difícil encontrar la verdad (muchos dudan que exista) por eso prefieren descubrir lo verdadero, es decir, aquello que haya pasado por el criterio de verificación de la propia experiencia. Sólo dan por bueno lo que ellos mismos hayan comprobado que enriquece su vida.
Por eso, desde una perspectiva cristiana, el problema de la evangelización de los jóvenes presenta al menos dos desafíos:

.- El primero viene de la sociedad, que sólo ofrece un horizonte de sentido centrado en el disfrute de un bienestar cada vez más elevado vivido en clave individualista.
El clima social hace muy difícil descubrir la dimensión trascendente de la vida y comprender que el verdadero acierto en la realización de la existencia consiste en entregarse al amor y a la justicia, en lugar de vivir centrado en uno mismo y las propias necesidades.
.- El segundo reto, se encuentra en el interior mismo de la comunidad eclesial: ¿dónde pueden experimentar los jóvenes “en directo” la verdad, alegría, fecundidad y belleza del Evangelio? ¿Cómo podrán descubrir el “tesoro” que vale más que la vida si se encuentra, tantas veces formulado en unas categorías teóricas e instituciones prácticas tan alejadas de la sensibilidad juvenil?
Tanto en la sociedad, en la vida diaria de los ambientes, como en la Iglesia hacia adentro, los adultos son los que tienen posibilidad de generar muchos cambios, pero para eso, necesitan hacer un ver, juzgar, y actuar de sus criterios, de su dirigencia, de sus políticas, de su actos sociales, de sus maneras de hacer economía, porque lo que ellos decidan y hagan, repercute en el mundo de los jóvenes.
Tenía razón Mario Benedetti cuando se preguntaba:
“¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?
¿Sólo grafitti? ¿Rock? ¿Escepticismo?
También les queda no decir amén, no dejar que les maten el amor,
recuperar el habla y la utopía, ser jóvenes sin prisa y con memoria,
situarse en una historia que es la suya, no convertirse en viejos prematuros.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de rutina y ruina?
¿Cocaína? ¿Cerveza? ¿Barras bravas?
Les queda respirar, abrir los ojos, descubrir las raíces del horror,
inventar la paz así sea a ponchazos, entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos, y con el sentimiento y con la muerte,
esa loca de atar y desatar.

¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo?
¿Vértigo? ¿Asaltos? ¿Discotecas?
También les queda discutir con Dios, tanto si existe como si no existe,
tender manos que ayudan, abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno.
Sobre todo les queda hacer futuro a pesar de los ruines del pasado
y los sabios granujas del presente”.

A los jóvenes nuestra sociedad les da “a probar” muchas cosas que, por lo general suelen ser llamativas, espectaculares, baratas, gratificantes y cómodas. Pero como saben psicólogos, educadores y maestros de la espiritualidad: en la vida humana todo lo bueno es caro, entendiendo por tal no lo que se compra con dinero, sino lo que reclama esfuerzo, profundidad, entrega y riesgo.