Jesús hace a sus discípulos una recomendación que hoy nos sorprenden: mantenerse despiertos. ¡Todo lo contrario de lo que nosotros haríamos.
Si cada día estamos embargados por las preocupaciones más superfluas, lo más seguro es que se nos pase la hora para realizar la misión que Jesús nos encomienda.
El evangelio debe ser proclamado donde sea necesario, colocado donde se vea, al alcance de todos. Nuestra misión es hacer del evangelio una lámpara que ilumine el camino de la vida y nos mantenga en actitud vigilante.
La interpretación que se daba a estos textos del evangelio que apuntan hacia el futuro estuvo casi siempre revestida de un tinte apocalíptico y de temor: el Señor había establecido un plazo, por lo cual necesitábamos estar preparados para un juicio sorpresivo y "castigador" que el Señor podría abrir en cualquier momento. “Que la muerte nos sorprenda confesados”.
Este miedo funcionó durante mucho tiempo, durante tantos siglos como duró una imagen mítica de Dios, excesivamente calcada de la imagen del señor soberano feudal que dispone despóticamente sobre sus súbditos.
Pero son tiempos idos. Sería un error enfocar el comentario a evangelios como el que hoy leemos, en esa misma perspectiva, pensando que nuestros contemporáneos son todavía pre modernos.
¿Qué puede significar Adviento para la sociedad actual? Como nombre de un tiempo litúrgico significa bien poco. Lo que importa es el Adviento, el Advenimiento.
Después de los años 90 pasados, estamos en un tiempo en el que se ha dado un desfallecimiento utópico. Con el triunfo del neoliberalismo y la derrota de las utopías, la cultura moderna –o mejor posmoderna- castiga al pensamiento esperanzado y utopista. El ser humano moderno-posmoderno ya no cree en grandes relatos.
Se nos ha impuesto una cultura antiutópica, antimesiánica, a-escatológica, ¿sin esperanza?, a pesar de la brillantez de que hacen gala los productos de la industria mundial del entretenimiento; detrás del atractivo seductor de ese entretenimiento, la imagen de ser humano que queda está ayuna de toda esperanza que trascienda mínimamente el carpe diem o el disfruta esta vida.
¿Qué advenimiento (adviento) espera el hombre y la mujer contemporáneos? ¿Cómo vivir el adviento en una sociedad que no espera ningún advenimiento? Desde luego, no reduciendo el adviento a un tiempo litúrgico, o a un tiempo pre-navidad… ¿Cómo pues?
El Advenimiento que esperamos los cristianos es ¡El Reino! No es otro mundo… Es este mismo mundo. ¡pero “totalmente otro”!. Se puede ser cristiano sin celebrar el adviento, ¡pero no sin preparar el Advenimiento!.
Ser cristiano es hacer propia en el corazón la nostalgia de Aquel que decía “fuego he venido a traer a la tierra, y ¡cómo deseo que arda…!”.
Los cristianos no pueden inculturarse del todo en esta cultura antiutópica y sin grandes relatos, porque somos hijos de la gran Utopía de la Causa de Jesús, y tenemos el gran relato del Proyecto de Dios.
Podríamos no celebrar el adviento, pero no podemos dejar de darnos la mano con todos los hombres y mujeres de la tierra, de cualquier religión del planeta, para trabajar denodadamente por el Advenimiento del Nuevo Mundo.
Cada vez se perfila mejor: crear un Mundo Nuevo, fraterno y solidario, sin imperios ni instituciones transnacionales o mundiales explotadoras de los pobres, lo que Jesús llamó “MALKUTA YAHVÉ”, Reino de Dios, pero dicho con palabras y hechos de este ya tercer milenio, ése es el Advenimiento que esperamos, el sueño que nos quita el sueño, lo que nos hace estar en alerta.
El evangelio debe ser proclamado donde sea necesario, colocado donde se vea, al alcance de todos. Nuestra misión es hacer del evangelio una lámpara que ilumine el camino de la vida y nos mantenga en actitud vigilante.
La interpretación que se daba a estos textos del evangelio que apuntan hacia el futuro estuvo casi siempre revestida de un tinte apocalíptico y de temor: el Señor había establecido un plazo, por lo cual necesitábamos estar preparados para un juicio sorpresivo y "castigador" que el Señor podría abrir en cualquier momento. “Que la muerte nos sorprenda confesados”.
Este miedo funcionó durante mucho tiempo, durante tantos siglos como duró una imagen mítica de Dios, excesivamente calcada de la imagen del señor soberano feudal que dispone despóticamente sobre sus súbditos.
Pero son tiempos idos. Sería un error enfocar el comentario a evangelios como el que hoy leemos, en esa misma perspectiva, pensando que nuestros contemporáneos son todavía pre modernos.
¿Qué puede significar Adviento para la sociedad actual? Como nombre de un tiempo litúrgico significa bien poco. Lo que importa es el Adviento, el Advenimiento.
Después de los años 90 pasados, estamos en un tiempo en el que se ha dado un desfallecimiento utópico. Con el triunfo del neoliberalismo y la derrota de las utopías, la cultura moderna –o mejor posmoderna- castiga al pensamiento esperanzado y utopista. El ser humano moderno-posmoderno ya no cree en grandes relatos.
Se nos ha impuesto una cultura antiutópica, antimesiánica, a-escatológica, ¿sin esperanza?, a pesar de la brillantez de que hacen gala los productos de la industria mundial del entretenimiento; detrás del atractivo seductor de ese entretenimiento, la imagen de ser humano que queda está ayuna de toda esperanza que trascienda mínimamente el carpe diem o el disfruta esta vida.
¿Qué advenimiento (adviento) espera el hombre y la mujer contemporáneos? ¿Cómo vivir el adviento en una sociedad que no espera ningún advenimiento? Desde luego, no reduciendo el adviento a un tiempo litúrgico, o a un tiempo pre-navidad… ¿Cómo pues?
El Advenimiento que esperamos los cristianos es ¡El Reino! No es otro mundo… Es este mismo mundo. ¡pero “totalmente otro”!. Se puede ser cristiano sin celebrar el adviento, ¡pero no sin preparar el Advenimiento!.
Ser cristiano es hacer propia en el corazón la nostalgia de Aquel que decía “fuego he venido a traer a la tierra, y ¡cómo deseo que arda…!”.
Los cristianos no pueden inculturarse del todo en esta cultura antiutópica y sin grandes relatos, porque somos hijos de la gran Utopía de la Causa de Jesús, y tenemos el gran relato del Proyecto de Dios.
Podríamos no celebrar el adviento, pero no podemos dejar de darnos la mano con todos los hombres y mujeres de la tierra, de cualquier religión del planeta, para trabajar denodadamente por el Advenimiento del Nuevo Mundo.
Cada vez se perfila mejor: crear un Mundo Nuevo, fraterno y solidario, sin imperios ni instituciones transnacionales o mundiales explotadoras de los pobres, lo que Jesús llamó “MALKUTA YAHVÉ”, Reino de Dios, pero dicho con palabras y hechos de este ya tercer milenio, ése es el Advenimiento que esperamos, el sueño que nos quita el sueño, lo que nos hace estar en alerta.