Pocas épocas en la vida tan fascinantes como el tiempo de la adolescencia. Recuerdo que, pese a la melancolía y la desazón de aquellos años, no sé por qué yo no deseaba que viniera la madurez, me apetecía seguir siendo un adolescente eterno.¿Por qué? Porque todo era una sorpresa: el amor, la soledad, el mar, los campos. La sangre despertaba en nuestros cuerpos y con ella los sueños e ideales; la vida se hacía horizonte y todo por estrenar.
Hoy en cambio, para muchos padres, educadores, medios de comunicación, autoridades, parece que adolescente es sinónimo de pesadilla, conflicto, rebeldía, imposible, inaguantable, problema para mamá, papá, el educador, e incluso para sí mismo.
¿Qué sucede a nuestros adolescentes? ¿Cómo son en realidad? ¿Qué quieren decirnos con esas actitudes?
El primer paso es conocer al nuevo adolescente. Mezcla de consumista, rebelde, hijo de papa, débil y caprichoso, puede ser violento en la escuela e insufrible en casa. Pero los expertos dicen que oculta una búsqueda de identidad y hasta un secreto deseo de hallar un ideal.
De hecho algunos adolescentes lo encuentran, como es el fenómeno de los que se afilian a una ONG o se convierten en voluntarios. Pero la inmensa mayoría, “parece perdida”.
Resultan escalofriantes los datos de lo que se ocultan mutuamente padres e hijos en sus comunicaciones. La desesperación de algunos padres que piden socorro confesando que están a punto de tirar la toalla. El miedo de no pocos educadores a su agresividad y acoso en la escuela. La huida de estos jóvenes que se sienten incomprendidos y se esconden tras los cascos del Ipod, la vagancia o las drogas de diseño.
¿Hay soluciones?
La solución para cualquier ser humano siempre es el EJEMPLO y la ESCUCHA, una escucha paciente y al mismo tiempo activa, una escucha capaz de comprender y de permitir un diálogo, que sólo puede partir del respeto y que al final acabará dando sus frutos.
¿Y quién no tiene, sino un hijo/a o alumno/a, algún adolescente con el que trata? Es fácil despreciarlo y decir que no hay quien lo aguante.
Pero ¿nos hemos preguntado las causas de sus problemas? Estas floraciones nacieron en una tierra abonada, una sociedad de la imagen y la apariencia, del dinero fácil y la comodidad, la violencia de los mayores, el desconcierto de los adultos.
Y papá y mamá son los primeros que van a la caza del placer inmediato, del status, de la posición y del título, a veces, como sea… donde el sacrificio se ve como una solemne estupidez y la espiritualidad una bobería, donde lo que vale es la doctrina del mínimo esfuerzo.
Prueba de que, digan lo que digan, la adolescencia es una época mágica y de estreno en la vida, cuando la amargura aún no ha hecho huella, y en la que entre el miedo y el desconcierto, los ideales e ilusiones siguen intactos y los caminos por roturar.
Esa blandura del alma, por mucho que nos la oculten, también se halla en los adolescentes de hoy, en sus manos tendidas.
¡Qué suerte entonces la del que encuentra un guía, un verdadero amigo!