A un pueblo en las montañas llega un joven, pide permiso, toma agua, se asea y le pregunta al anciano que está en el patio;
-¿Qué clase de personas hay aquí?
El anciano le pregunta:
- ¿Qué clase de gente había en el lugar de donde vienes?
- Uhhhh… un grupo de egoístas, insensibles, murmuradores, quejosos y malvados, estoy contento de haberme ido de allí… dijo el muchacho.
Y el anciano comentó:
- Lo mismo encontrarás aquí.
Ese mismo día, otra persona llega por el camino y se acercó al rancho y pidió agua, y viendo al anciano, preguntó:
-¿Qué clase de personas viven en este lugar?
El viejo respondió con la misma pregunta:
- ¿Qué clase de gente viven en el lugar de donde vienes?
- Muy buena gente, magníficas personas, comprensibles, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado.
- Lo mismo encontrarás aquí. Respondió el anciano.
El nieto del viejo, que había escuchado ambas conversaciones le preguntó:
- ¿Abuelo… como es posible dar dos respuestas diferentes a la misma pregunta?
Y el anciano contestó:
- Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquél que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí. Aquél que encontró amigos allá podrá encontrar amigos acá.
Ningún lugar, ambiente o comunidad es perfecta, no lo hay, ni lo hubo, ni en tiempos de Jesús, ni en tiempos nuestros. Jesús mismo estuvo rodeado de miedosos, quejosos, negadores, tramposos, fariseos, flojos maestros de la ley, traidores… sin embargo no se fue, no abandonó a nadie, dio su vida por ellos.
En todos lados, hay hombres y mujeres que cometen errores y que toman decisiones acertadas, unas y otras, los errores y los aciertos, perjudican o benefician a las mismas personas que los realizan y a su comunidad.
Darse cuenta de esa realidad hace al dirigente, hace al que entendió la vivencia comunitaria, hace al estadio, al entrenamiento, a la Palestra.
Entender esto es comprender que la vivencia comunitaria de la Fe, es una tarea a realizar constantemente, a promocionarnos unos a otros, a corregirnos en el momento oportuno para mejorar como personas y como comunidad que camina. Entender esto es hacer diariamente la Palestra de la Vida.
-¿Qué clase de personas hay aquí?
El anciano le pregunta:
- ¿Qué clase de gente había en el lugar de donde vienes?
- Uhhhh… un grupo de egoístas, insensibles, murmuradores, quejosos y malvados, estoy contento de haberme ido de allí… dijo el muchacho.
Y el anciano comentó:
- Lo mismo encontrarás aquí.
Ese mismo día, otra persona llega por el camino y se acercó al rancho y pidió agua, y viendo al anciano, preguntó:
-¿Qué clase de personas viven en este lugar?
El viejo respondió con la misma pregunta:
- ¿Qué clase de gente viven en el lugar de donde vienes?
- Muy buena gente, magníficas personas, comprensibles, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado.
- Lo mismo encontrarás aquí. Respondió el anciano.
El nieto del viejo, que había escuchado ambas conversaciones le preguntó:
- ¿Abuelo… como es posible dar dos respuestas diferentes a la misma pregunta?
Y el anciano contestó:
- Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquél que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí. Aquél que encontró amigos allá podrá encontrar amigos acá.
Ningún lugar, ambiente o comunidad es perfecta, no lo hay, ni lo hubo, ni en tiempos de Jesús, ni en tiempos nuestros. Jesús mismo estuvo rodeado de miedosos, quejosos, negadores, tramposos, fariseos, flojos maestros de la ley, traidores… sin embargo no se fue, no abandonó a nadie, dio su vida por ellos.
En todos lados, hay hombres y mujeres que cometen errores y que toman decisiones acertadas, unas y otras, los errores y los aciertos, perjudican o benefician a las mismas personas que los realizan y a su comunidad.
Darse cuenta de esa realidad hace al dirigente, hace al que entendió la vivencia comunitaria, hace al estadio, al entrenamiento, a la Palestra.
Entender esto es comprender que la vivencia comunitaria de la Fe, es una tarea a realizar constantemente, a promocionarnos unos a otros, a corregirnos en el momento oportuno para mejorar como personas y como comunidad que camina. Entender esto es hacer diariamente la Palestra de la Vida.