- PALABRA DE MARÍA (Segunda parte) - Generalmente cuando leo, rezo, medito, predico el Magníficat suelo creer que los ricos, los poderosos y los soberbios son los otros. Pero...

Vuelvo a preguntar: Un texto tan redondo como el Magnificat, ¿sale así, todo seguido?
Un canto de toda una vida. Hay noticias que hacen que se pare el tiempo. Que el presente, el pasado y el futuro se den la mano en un solo instante.
Con mi voz quise poner voz a todos los que alguna vez han sentido su corazón inundado de Dios. Muchas veces las palabras se nos quedan cortas para expresar los sentimientos que llevamos dentro. En esas ocasiones es bueno que el corazón busque en Dios las palabras que luego saldrán por la boca. Sí que sentía un cosquilleo especial, como si las palabras salieran solas, porque provenían directamente del corazón. La primera palabra es alabanza, cuando otros en tu situación se hubieran echado para atrás...
Y dijo María:
"Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mí salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había anunciado a nuestros padres, en favor de Abraham y de su linaje por los siglos".
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

El vértigo de tener a Dios es las entrañas me lleva a saltar en alabanza. Es cierto que otras reacciones son muy humanas. Pero en ese momento, al sentirme llena de Dios, descubrí que Él hace todo bien, y nuevo. Me sentía como una nueva criatura.
Hay mucho Antiguo Testamento detrás... Sí, empezando por el Génesis. El Dios de la vida, como al comienzo, vuelve a cruzar la historia de la humanidad. Yo no soy protagonista, pero sí me siento parte de ese hecho: Dios vuelve a pensar en la humanidad.
Y también el recuerdo de las grandes madres de la historia de mi pueblo, aquellas que tuvieron, desde la sencillez, un protagonismo destacado. Me acordé mucho de Ana, la madre de Samuel: ella también cantó las maravillas de Dios.
Un Dios que elige lo pequeño, son sus predilectos...
Los poderosos, los soberbios, los dueños de todo... no tienen sitio en su corazón para que Dios pueda acampar. Están tan llenos de otras cosas que no tienen sitio para lo esencial. La predilección de Dios por los sencillos es algo recíproco. Yo lo sentía así: no tengo nada que llene mi corazón, sólo Dios.
El poder, la fuerza, la sabiduría, el desprecio... no salvan. Salva el amor.
Llena de Dios tú y tu prima, esos tres meses juntas serían el cielo en la tierra...
Donde está Dios siempre está el cielo.
Generalmente cuando leo, rezo, medito, predico el Magníficat suelo creer que los ricos, los poderosos y los soberbios son los otros. Pero...
SOY RICO
Porque tengo, por lo menos, cuatro veces más de lo que necesito.
Tengo techo, ¡comida todos los días esté donde esté y una cama (para mí sólito).
Tengo ropa que no me pongo y en mi cartera nunca faltan algunos pesos, tengo muchos amigos, familia, gente que me quiere. ¡Tengo la suerte de poder formarme y estudiar
y posibilidades de hacerlo a mi alcance… Tengo libros y la prensa diaria sobre la mesa, tengo telefonía móvil e internet para estar permanentemente conectado, muchas veces no sé con quién, no sé para qué. Tengo la posibilidad de opinar, de expresarme, de ser escuchado, de debatir, discutir y tomar decisiones propias.
Y soy un desgraciado desagradecido. Dame, Señor, Señora, el don del vacío: no tener nada, no querer nada, ser feliz.
Continuará... Iris de Paz