Este es un testimonio de un cura, que nos puede hacer pensar en las cosas que tenemos (comida, trabajo, tiempo para la diversión, estudio, familia, amigos, una Iglesia, una comunidad, un cura a mano, posibilidades, puertas abiertas…)
Pero, lo que importa es empezar la semana con una actitud de saber que tengo las oportunidades y las posibilidades en mi debilidad aparente (pues Dios está con nosotros), de ayudarme y ayudar a otros. Podemos hacer una sociedad, una familia, una facultad, un barrio o un ambiente mejor.
“Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que parezca, que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados”. Pablo de Tarso 2º Corintios 4, 7 – 9
Hoy se ha acercado Carmen a mi despacho para preguntarme cómo conectar con universitarios nuevos para invitarlos a la asamblea de estudiantes de Acción Católica en Badajoz.
Se ha interesado por mi madre y mi estado de ánimo, de salud, etc. Ella, dulce y amable como siempre; le he preguntado por su madre que se operó hace poco tiempo, y por su familia, en especial cómo les iba el bar que abrieron hace unos meses.
Su madre y su padre han trabajado toda su vida intensamente, en muchos lugares de España, siempre trabajos sacrificados dentro de la hostelería. Y tienen 5 hijos.
La madre ya recibe la prejubilación, el padre tras una enfermedad larga y seria, ya no tiene derecho a nada y le consideran hábil para trabajar. Viven en un piso de protección, de estos últimos que ofrecieron a ciudadanos que tenían suerte y que estaban valorados en setenta mil euros, lo van pagando poco a poco.
Pero la situación estaba siendo difícil, Carmen con su beca protege y apoya a su hermana que no la consigue en su carrera, y después la familia. Esto les llevó a arrendar un bar y abrirlo, es lo que saben hacer.
Las cosas con la crisis no van muy bien, abren el bar todos los días desde las ocho de la mañana hasta que queda el último cliente bien entrada la noche. Las hijas van a comer allí con ellos, y echan una mano en la siesta para que descansen los padres. Hasta ahora se van manteniendo, y “van comiendo del bar” como dice ella; pero no están sacando ni para el jornal de su padre, aunque todos están apoyando.
Hoy me decía Carmen, que están preocupados, porque están yendo los inspectores; hasta ahora viendo sus permisos, y todo lo que se refiere a sanidad e higiene. Pero tienen miedo porque les dicen que también están llegando los inspectores de trabajo, y que como su madre va a hacer la comida, limpiar el bar, y organizar los aperitivos y raciones, y ellas ayudan unas horas, como les pillen, tendrán multas del orden de dieciocho mil euros y a su madre le pueden quitar la paga de prejubilación. ESO LES HACE VIVIR CON MIEDO Y EN TENSIÓN.
Me decía “siempre tenemos algo”, aunque ella les anima y les cuida, porque ahora su padre no está tan deprimido y nervioso como estaba antes, y todos están mejor en casa.
Esta tarde en la parroquia teníamos una oración, y el hilo central era como Dios se hace presente en la pobreza y en la limitación; que nos salva desde la debilidad y se identifica con ella.
Hemos aportado hechos de vida, y yo he puesto mi conversación con Carmen, su pobreza, sencillez, debilidad, y a la vez confianza, lucha, entrega, animosidad, deseo de transformar la realidad.
Recuerdo que un día entré en la secretaría con ella, para pedir que le hicieran un trámite, y la administrativa que nos atendió dijo que lo haría con muchísimo gusto, porque su hija que es alumna de la facultad y ha coincidido con Carmen en clase, le ha dicho en más de una ocasión que Carmen es la mejor chica de toda la facultad. Es débil y es la mejor para su compañeros. Dios se hace fuerte en la debilidad.
Por eso en el niño Jesús, que ha ido pasando de mano en mano en la oración comunitaria parroquial, yo he visto su rostro, su bar y su familia, he pensado en todos los miedos y los sufrimientos de los sencillos y los pobres, trabajadores y honrados, y he recordado dos textos de la sagrada escritura:
El del éxodo, cuando Dios le dice a Moisés que el grito de los pobres de su pueblo ha llegado hasta sus oídos, a su corazón, y que él va a bajar a liberarlos, frente al Faraón que los oprime.
Y el de Lucas cuando nos dice que ahí está la señal: “Encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”, o “asustado en el trabajo duro y largo de un bar sencillo de barrio”
Saquemos las conclusiones para nuestra persona y como podemos dejar actuar al Espíritu de Dios en los ambientes de todos los días.
JOSÉ MORENO LOSADA, sacerdote