PREJUICIOS Y DISCRIMINACIÓN, COMIENZAN CON LAS ETIQUETAS - Vamos a desmontar generalizaciones, a hacer visibles el lenguaje de encasillamiento en la vida diaria y en los medios.

No todos los de derechas son fachos ni todos son católicos. Ni los de izquierdas son hippies, descuidados, ecológicos, ni ateos.
Ser funcionario no es automáticamente signo de trabajar poco. No todos los pobres viven del estado. Ni todos los curas son pederastas. Ni todos los obispos son carcamanes. No todos los políticos son corruptos. No todos los sindicalistas son sinvergüenzas. No todos los judíos son tacaños. No todos los de tu partido son honrados y los otros impresentables.
No todos los gays son promiscuos. Ni son todos sensibles y nobles. No todas las decisiones del partido con el que simpatizas son correctas y oportunas, y todas las del partido que te revienta son idioteces.
Los jóvenes, por el mero hecho de serlo, no son más solidarios, comprometidos o generosos que los mayores. Por la misma razón, tampoco son más flojos, más frívolos o más superficiales. No todos los estudiantes son modelos de estudio, ni los profesores cumplen con su vocación.  
No todos los adultos tienen la verdad. No todos los creyentes son castos. No todos los empresarios son explotadores, ni todos los trabajadores son víctimas de un sistema clasista, del mismo modo que no todos los empresarios son dinámicos creadores de empleo  ni todos los asalariados son vagos preocupados por su propia holgazanería.
No todos los espectadores son tontos. Las rubias tampoco son tontas (de hecho, muchas rubias no son realmente rubias).
No todos los del interior del país son afables, ni todos los porteños actúan como si fueran el centro del mundo.
¡No a las etiquetas! ¡A los prejuicios y diagnósticos simples y pampitos! Que la vida es sutil, compleja, y para muchos el yugo, la carga es pesada, las personas somos diferentes y llenas de peculiaridades. Y todos vamos en camino, juntos. El mismo Dios nos acompaña a todos.
Sobre un texto de Ender

Una de las causas por las que nos hacemos refractarios (fruto del etiquetamiento o encasillar al hermano) es quedarnos sin la posibilidad de enriquecimiento espiritual, se da cuando nos invade una ideología y nos somete a un pensamiento único, que nos lleva a juzgar o despreciar a los que piensan de manera diferente.
Es un don tener un corazón sereno y la mente abierta, que nos hacen capaces de acoger lo bueno y verdadero de cada persona.
Etiquetas – Alvaro Fraile

La llamas indecente porque anda entre la gente de mala reputación.
La llaman transgresora porque no hace caso a normas que no dicte el corazón.
La llamas idealista por querer vivir al día cada nuevo amanecer,
y a ese ni le llamas porque nadie se acuerda de él.

La llamas facilona por confundir siempre toda relación con el amor.
Le llamas optimista porque su punto de vista lleva siempre algún color.
Le llamas inmaduro porque un día vio el futuro y así no se quiere ver.
No sabes llamar a ese porque ni le quieres conocer.

Le llamas el vendido porque canta convencido y oye, su canción gustó.
Le llamas retrasado porque va más lento y claro… retrasa la producción.
Le llamas el hortera (ordinario, de mal gusto o excéntrico en el vestir) 
porque la verdad se la pela (no le interesa) vestir mal o al revés.
Algo malo llamas a ese, porque tu no le puedes ni ver.

Pon una etiqueta a cada persona,
y tu tranquilo ya verás 
como aún nos sobran etiquetas para ti
y es que hay etiquetas también para ti.

La llamas anticuada porque para ella es sagrada su religión y su fe.
Le llamas bicho raro porque no lo tiene claro y no sabe muy bien quién es.
Le llamas extranjero porque un día tuvo un sueño que acampó en otro país.
A ese no quiere llamarle que a saber que dice él de ti.

Le llamas diferente porque le es indiferente ser distinto a los demás.
Le llamas progresista porque piensa que en la vida de algún modo hay que avanzar.
Le llamas pordiosero porque elige ser austero sin lujos ni propiedad.
y a ese ni sabes llamarle porque no se te ha ocurrido ná.

Le llamas asaltacunas por enamorarse de una que era quince años menor que él.
Le llamas maricona porque ama a una persona… ¿y a ti que te importa si es hombre o mujer?
Le llamas revolucionario por no querer pasar por el aro, por creer en la igualdad 
y como a ese le sopla te cansaste de llamarle ya.

Hay una etiqueta intransigente
a punto de ser puesta para siempre en tu frente
una etiqueta para ti.