Hoy comienza una nueva inquietud en el Espíritu, El nos impulsa, nos alienta y nos alimenta en la misión. Nuevo motivador, todo se palpita de un modo distinto, a pesar de todas las dificultades y escollos, se disfruta el momento de la inquietud, de no quedarse quieto cuando los objetivos son la Gracia en el corazón de un hermano.
Todo tiene sentido, todos nuestros esfuerzos, cansancios y vicisitudes tiene la explosión en nosotros de un Dios generoso que nos alienta constantemente en el estadio (Palestra). Hacer motivadores es un entrenamiento en todo sentido, integral, y por eso damos gracias a Dios por este no quedarnos quietos.
Compartimos con uds. esta nota de Pastoral Universitaria Jesuita.
NO HAY QUE ESTARSE QUIETOS: O, dicho de otro modo, conviene estar inquietos.
Inquietos significa en marcha, en movimiento, por dentro y por fuera. Hacia
algún sitio. Ocurre que, si no, uno se va atrofiando, y la vida se te va
poniendo un poco como a cámara lenta. Dejas de soñar, y dejas de imaginar
posibilidades. Dejas de desvelarte, por la noche, porque ya nada te preocupa lo
suficiente. Así que, nada de quietud excesiva. Nada de sesteo vital. Dios no
pide demasiada quietud, sino que, una y otra vez, invita a los suyos a ponerse
en movimiento. Hacia el prójimo, hacia el mundo, hacia Él mismo.
LA TRAMPA - Mi agitación me impulsa a responder, pues me
siento inquieto» (Job 20,2)
A veces se me va demasiado tiempo, energía y
posibilidades en darle vueltas a las cosas, pero sin que nada cambie. Puedo ser
el mejor a la hora de criticar, de analizar, de decir lo que otros deberían
hacer…
Opino de todo: de fútbol, de tele, de política, de economía,
de iglesia, de moda, de gente. Pero lo hago al modo de un tertuliano que habla
sin otro fin que escucharse.
Lo peor es que en esos casos parece que estoy en marcha,
pero en realidad termino dando vueltas en círculo. Mejor será moverse hacia
algún sitio.
¿A dónde voy, en esta etapa de mi vida?
SIEMPRE HAY ALGO MÁS - «Ambicionen los carismas
mejores…» (1 Cor 12, 31)
No quiero conformarme. Ni siquiera con lo bueno. Siempre
hay algo más, algo distinto, algo mejor en el horizonte, para mí y para otros.
Mientras haya sed, hambre, injusticia y preguntas, ¿por qué habría de aceptar
la quietud? Algún día tocará frenar. Me lo irá dando la salud, el cansancio o
las fuerzas…
Y aún así, no será frenar del todo, sino seguir en marcha
de otro modo. Pero mientras tanto, ahora que soy joven, con toda la vida por
delante, no quiero dejarme envolver por una vida gris, por la mediocridad o por
la falta de ambición verdadera.
¿A qué aspiras? En la fe, en lo laboral, en las
relaciones, en el amor…
