
A descansar, sobre todo de lo que nos distrae y de paso pensar si estoy siendo coherente con mi Fe y los estudios, y ser agradecidos por lo que trabajan los padres para darnos la posibilidad de formarnos.
Durante
el tiempo de estudio nos instalamos, con mayor o menor disposición, en la
vivencia de lo cotidiano; por contraste, el tiempo de descanso puede traer
variación, novedad, alternativas, oportunidades de hacer cosas distintas,
visitar lugares menos habituales, encontrar a personas nuevas…
Y
los sentidos alerta. No hay que mitificar lo novedoso, del mismo modo que no
debemos minusvalorar la vida cotidiana; pero lo cierto es que el cambio de
actividad, de rutinas, de ritmos y tal vez incluso de preocupaciones nos brinda
una oportunidad grande.
El
estudiante, por unos días, deja los libros. Los trabajadores de colegios,
institutos, facultades, se alejan por un tiempo de la rutina diaria, o los
horarios se suavizan. El profesor descansa de sus alumnos (y viceversa).
Y
al abrirse a espacios nuevos surge la posibilidad de recuperar la atención por
las cosas que normalmente están arrinconadas por la prisa, la urgencia o la
tarea.
En
este contexto, le pido a Dios que me ayude, en mi descanso, a dejarme cautivar
por las cosas importantes. Que me deje dedicar tiempos de calidad a los míos.
Que me acompañe la risa profunda, y el descanso verdaderamente lo sea.
Le
pido a Dios que venga conmigo en este tiempo, como compañero, amigo, guía… en
las horas de reposo.
CON EL CORAZÓN
AGRADECIDO - «Canten
a Yahveh en acción de gracias, salmodien a la cítara para nuestro Dios». (Sal
147, 7)
Es
necesario que nuestras miradas atrás no se conviertan en una evaluación de
objetivos puramente formal. Aunque haya muchas cosas pequeñas que revisar, lo
más importante es valorar las cosas que, en mi vida, van suponiendo la entrada
de la humanidad a borbotones (la propia y la ajena). Y, mucho antes de evaluar o
planificar, previo a todo análisis riguroso, es justo dar un tiempo al
agradecimiento.
En
este contexto, puedo dedicar un tiempo a ir recorriendo los nombres, los
rostros, las historias que se han ido cruzando con la mía en el curso que
termina.
Y,
ante todo, le doy gracias a Dios: por lo que han aportado, por lo que han
enseñado, por lo compartido, por lo buscado, por lo encontrado y lo que aún
sigue pendiente; por los sueños y por las presencias; por las palabras dichas y
los silencios acompañados; por los nombres de mi vida y sus historias.
Y
siento que en mi descanso también esas historias reposan conmigo.