LA VIDA TE DEJA HUELLA - El recuerdo de lo vivido; la lección aprendida; la sabiduría de quien ha llorado y sin embargo ha salido adelante.


Hoy parece que se nos invita a vivir sin contaminarnos de la realidad. O, más bien, un poco a la carta, eligiendo sólo lo que gusta.
Lo natural es seguir joven toda la vida, reza la publicidad más agresiva. Pues vaya, y yo que pensaba que lo natural era cada día tener un día más, dejar atrás la adolescencia, y al ir viviendo, ir dejando una huella en el mundo (desde muy pronto), y que el mundo también te vaya marcando.
Pues resulta que no, que hoy lo natural es esa apariencia de perpetua frescura. ¡Vaya por Dios! Pues la verdad, paso. Prefiero empezar a vivir, cuanto antes mejor, para que llegue al final del camino con el cuerpo y el espíritu marcado.
HERIDAS… - «Hijo mío, si te decides a servir al Señor, prepárate para la prueba» (Eclo 2, 1)
El mundo fácil es el de los lunnis o los teletubbies). Es decir, el mundo idílico de los programas infantiles de televisión, con lenguaje dulce, conflictos risibles, lecciones tiernas… Y no está mal empezar la vida asomándose al mundo de un modo amable.
Pero luego hay que crecer, y al crecer, empezar a arriesgar, a comprometerse, a implicarse y complicarse la vida… porque todo lo que es importante te marca un poco, y a veces te hiere. Hay quien tiene tanto miedo a sufrir (léase estar mal a veces) que se pone la venda con mucha antelación, y no llega a vivir de verdad.

Yo quiero ser capaz de vivir, arriesgar y a veces tropezar. Gritar cuando haga falta. Sufrir por los míos (y que los míos sean cada vez más).
¿Hay heridas en mi historia, aunque sea una historia corta?
¿Merecieron la pena?
El evangelio, y Dios ¿me ha llevado alguna vez a arriesgar y poner cosas importantes en juego?
Y CICATRICES - «En mi angustia grité a Yahveh, me respondió y me dio respiro. Yahveh está de mi parte, no temo» (Salmo 118)
Que las heridas se curan. Y después de ellas, sobre todo de las más duras, algo queda. Queda el recuerdo de lo vivido; la lección aprendida; la sabiduría de quien ha llorado y sin embargo ha salido adelante.
Queda la fuerza de quien es capaz de comprometerse por causas loables. Queda la lección que se saca de los errores (propios y ajenos), la calma que da una cierta perspectiva, la humanidad de quien se siente frágil y por eso mismo acepta la fragilidad ajena, la alegría serena de quien ha estado triste alguna vez y la pena tranquila de quien ha reído mucho. La sencillez de quien sabe pedir perdón y perdonar.
Todo eso ha de ser el horizonte de nuestras búsquedas. Obtener lecciones que nos ayuden a vivir.
¿En qué voy cambiando? ¿En qué voy madurando?
¿Qué he aprendido de los momentos difíciles?
Y Dios, ¿tiene parte en esa sabiduría que da la vida?