
El
formó la “Sociedad de san Pablo”, nuestro ESTADIO. No fue nuestro Estadio quien
lo eligió a él, sino que él nos eligió, más aún, nos engendró a nosotros: Soy
yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.
Si San
Pablo viviese, continuaría ardiendo con aquella doble llama de un mismo
incendio: el celo por Dios y por su Cristo, y por los hombres de todos los
pueblos. Y para que lo oyeran subiría a lo más alto y multiplicaría su palabra
con los medios del progreso actual: prensa, cine, radio y televisión. Su
doctrina no sería fría ni abstracta. Cuando él iba predicando el Evangelio, no
se presentaba para dar una conferencia ocasional, sino que se detenía y se
formaba para persuadir, convertir, unir a Cristo y orientar a una vida
plenamente cristiana. No se marchaba hasta que no existía en los suyos la
certeza moral de la perseverancia. Dejaba presbíteros que continuasen su obra;
volvía a menudo con su palabra o con sus escritos; quería estar informado,
permanecía unido a ellos con el espíritu
y rezaba por ellos.
El
dice a los paulinos: Conoced, amad y seguid al Divino Maestro Jesús. Los
exhorto a que sigan mi ejemplo como yo sigo el de Cristo. Esta invitación es
general, para todos sus fieles y seguidores. Pero mucho más para nosotros que
somos sus apóstoles, enviados a evangelizar, captar.
Palestra,
compuesta por muchos miembros, debe ser Pablo vivo en un Estadio social, de
pertenencia. Debemos conocer y meditar a san Pablo en la vida, en las obras y
en las cartas, de modo que pensemos, razonemos, hablemos y actuamos como él,
invocando su paternal asistencia. La EVANGELIZACIÓN.
Matute
Costilla – Comunidad Saulo – PM 78.