Las primeras generaciones cristianas nunca olvidaron que ser cristiano es "seguir" a Jesús y vivir como él. Así de claro y sencillo. Por eso le da Lucas tanta importancia a tres dichos de Jesús.
A Jesús no se le puede seguir buscando seguridad, pues él "no tiene donde reclinar la cabeza". Para seguir a Jesús, hay que olvidarse de otras obligaciones pues lo primero es "anunciar el reino de Dios".
A Jesús no se le puede seguir "mirando hacia atrás" pues quien le sigue así, "no vale para el reino de Dios"."Seguir" a Jesús es una metáfora que los discípulos aprendieron por los caminos de Galilea.
Para ellos significa en concreto: no perder de vista a Jesús; no quedarse parados lejos de él; caminar, moverse y dar pasos tras él. "Seguir" a Jesús exige una dinámica de movimiento.
Por eso, el inmovilismo dentro de la Iglesia es una enfermedad mortal: mata la pasión por seguir a Jesús compartiendo su vida, su causa y su destino.
El instinto por sobrevivir en medio de la sociedad moderna nos lleva hoy a los cristianos a buscar seguridad. La jerarquía se afana por recuperar un apoyo social que va decreciendo. Las comunidades cristianas pierden peso y fuerza para influir en el ambiente. No sabemos "dónde reclinar la cabeza". Es el momento de aprender a seguir a Jesús de manera más despojada y vulnerable, pero también más auténtica y real.
En la Iglesia vivimos con frecuencia distraídos por costumbres y obligaciones que provienen del pasado pero no ayudan hoy a generar vida evangélica. Hay pastores que se sienten como "muertos dedicados a enterrar muertos". Es el momento de volver a Jesús y buscar primero el reino de Dios. Sólo así nos colocaremos en la verdadera perspectiva para entender y vivir la fe cristiana como quería él.
Pero quienes miran sólo para atrás, no valen para el reino de Dios. Cuando se ahoga la creatividad, se mata la imaginación evangélica y se controla toda novedad como peligrosa, se está promoviendo una religión estática que impide el seguimiento vivo a Jesús. Es el momento de buscar una vez más "vino nuevo en odres nuevos". Lo pedía Jesús.
A Jesús no se le puede seguir buscando seguridad, pues él "no tiene donde reclinar la cabeza". Para seguir a Jesús, hay que olvidarse de otras obligaciones pues lo primero es "anunciar el reino de Dios".
A Jesús no se le puede seguir "mirando hacia atrás" pues quien le sigue así, "no vale para el reino de Dios"."Seguir" a Jesús es una metáfora que los discípulos aprendieron por los caminos de Galilea.
Para ellos significa en concreto: no perder de vista a Jesús; no quedarse parados lejos de él; caminar, moverse y dar pasos tras él. "Seguir" a Jesús exige una dinámica de movimiento.
Por eso, el inmovilismo dentro de la Iglesia es una enfermedad mortal: mata la pasión por seguir a Jesús compartiendo su vida, su causa y su destino.
El instinto por sobrevivir en medio de la sociedad moderna nos lleva hoy a los cristianos a buscar seguridad. La jerarquía se afana por recuperar un apoyo social que va decreciendo. Las comunidades cristianas pierden peso y fuerza para influir en el ambiente. No sabemos "dónde reclinar la cabeza". Es el momento de aprender a seguir a Jesús de manera más despojada y vulnerable, pero también más auténtica y real.
En la Iglesia vivimos con frecuencia distraídos por costumbres y obligaciones que provienen del pasado pero no ayudan hoy a generar vida evangélica. Hay pastores que se sienten como "muertos dedicados a enterrar muertos". Es el momento de volver a Jesús y buscar primero el reino de Dios. Sólo así nos colocaremos en la verdadera perspectiva para entender y vivir la fe cristiana como quería él.
Pero quienes miran sólo para atrás, no valen para el reino de Dios. Cuando se ahoga la creatividad, se mata la imaginación evangélica y se controla toda novedad como peligrosa, se está promoviendo una religión estática que impide el seguimiento vivo a Jesús. Es el momento de buscar una vez más "vino nuevo en odres nuevos". Lo pedía Jesús.
En un mundo donde reina la competencia despiadada, que a veces nos contagia, los cristianos sentimos el llamado de Dios a hacer juntos el camino, a buscar las coincidencias y superar los desencuentros para convivir como hermanos. De este modo podremos ser testigos de Jesucristo en nuestra patria y ofrecer el signo del amor que estimule un estilo de sociedad más fraterna, justa y solidaria.