Jesús elige a doce discípulos a los que el evangelista llama apóstoles, esto es, enviados. Este grupo encarna al nuevo Israel.
El grupo es bastante heterogéneo. Hay siete; Andrés, Felipe, Bartolomé, Tomás, Santiago Alfeo, Tadeo, y Simón el fanático, de los que no sabemos nada. (En este grupo de desconocidos podemos incluirnos nosotros.)
Lo que sabemos del resto deja mucho que desear.
El primero es Simón, citado por un nombre que en hebreo “el que escucha a Dios”, y un sobrenombre, Pedro (piedra), aludiendo a su obstinación por mantener un ideal mesiánico contrario al de Jesús, hasta el punto de llegar a negarlo.
En tercer y cuarto lugar aparecen Santiago Zebedeo y su hermano Juan, denominados en el evangelio de Marcos, “Boanerges” (hijos del trueno, o truenos).
En el Antiguo Testamento el trueno representa la voz de Dios que habla con ira y espanta a los no israelitas. El apodo alude al autoritarismo de los dos hermanos y a su celo extremado. En Lucas 9,51-55, éstos desean que caiga un rayo y aniquile a los habitantes de una aldea de Samaría, que no quisieron recibir a Jesús por ir de paso para Jerusalén.
Los tres juntos, Pedro, Santiago y Juan tuvieron el privilegio de ser testigos de tres grandes momentos de la vida de Jesús relacionados con la muerte y la resurrección:
.- La reanimación del cadáver de la hija de Jairo.
.- La transfiguración.
.- La oración en el huerto.
En ninguno, estuvieron estos discípulos a la altura de las circunstancias, al punto que al resucitar a la hija de Jairo, les prohíbe comentar lo sucedido, temiendo que no supieran interpretarlo.
En la transfiguración, Pedro hubiese preferido quedarse en el monte, haciendo tres tiendas, a seguir hacia Jerusalén, donde esperaba a Jesús la pasión.
Y en el huerto, se duermen por tres veces, mostrando su escaso interés por dar la vida como y con Jesús. Pedro llega hasta el colmo de negar a su maestro, también por tres veces; el resto lo abandona...
Del noveno de la lista, Leví, sabemos que era recaudador de impuestos y, por tanto, colaboracionista con el poder romano; social y religiosamente considerado al mismo nivel que los ladrones.
El último de la lista, Judas, fue tristemente célebre, porque traicionó a Jesús.
Mucho tendría que trabajar Jesús hasta hacerles comprender y poner en práctica su mensaje de amor, de renuncia a los privilegios y al poder, su doctrina de servicio hasta la muerte.
Nosotros, tal vez, hubiéramos elegido otros colaboradores mejor preparados, ya mentalizados para llevar adelante la tarea. Cuanto para aprender de Jesús, a su manera de HACER COMUNIDAD.
Como en toda vivencia de Comunidad, Jesús tuvo también dificultades en su relación con los doce, como Moises con el Pueblo Elegido. Este, se olvidó una y otra vez del compromiso hecho, añorando las cebollas de Egipto y protestando por llevarlos a un desierto que consideraban lugar de muerte y no de paso hacia la tierra prometida.
Mientras Jesús estaba con ellos, los discípulos se volverían una y otra vez al deseo de poder y de privilegios, hasta el colmo de dejar a su maestro solo en la cruz.
Pero Dios recompondría aquella comunidad de decepcionados para hacerlos testigos fervientes de su mensaje de amor y servicio hasta los confines del mundo. Fue un largo camino no exento de dificultades, pero valió la pena.
Al final podrían decir como Pablo a los romanos: “gracias a Jesús el Mesías, Señor nuestro, que nos ha obtenido la reconciliación, estamos también orgullosos de Dios”.
Esta es una tarea que compete a todos los seguidores de Jesús. Y el hecho de que haya en la Iglesia personas que hacen la tarea con especial dedicación no puede ser excusa para que los demás no realicen su parte.
El grupo es bastante heterogéneo. Hay siete; Andrés, Felipe, Bartolomé, Tomás, Santiago Alfeo, Tadeo, y Simón el fanático, de los que no sabemos nada. (En este grupo de desconocidos podemos incluirnos nosotros.)
Lo que sabemos del resto deja mucho que desear.
El primero es Simón, citado por un nombre que en hebreo “el que escucha a Dios”, y un sobrenombre, Pedro (piedra), aludiendo a su obstinación por mantener un ideal mesiánico contrario al de Jesús, hasta el punto de llegar a negarlo.
En tercer y cuarto lugar aparecen Santiago Zebedeo y su hermano Juan, denominados en el evangelio de Marcos, “Boanerges” (hijos del trueno, o truenos).
En el Antiguo Testamento el trueno representa la voz de Dios que habla con ira y espanta a los no israelitas. El apodo alude al autoritarismo de los dos hermanos y a su celo extremado. En Lucas 9,51-55, éstos desean que caiga un rayo y aniquile a los habitantes de una aldea de Samaría, que no quisieron recibir a Jesús por ir de paso para Jerusalén.
Los tres juntos, Pedro, Santiago y Juan tuvieron el privilegio de ser testigos de tres grandes momentos de la vida de Jesús relacionados con la muerte y la resurrección:
.- La reanimación del cadáver de la hija de Jairo.
.- La transfiguración.
.- La oración en el huerto.
En ninguno, estuvieron estos discípulos a la altura de las circunstancias, al punto que al resucitar a la hija de Jairo, les prohíbe comentar lo sucedido, temiendo que no supieran interpretarlo.
En la transfiguración, Pedro hubiese preferido quedarse en el monte, haciendo tres tiendas, a seguir hacia Jerusalén, donde esperaba a Jesús la pasión.
Y en el huerto, se duermen por tres veces, mostrando su escaso interés por dar la vida como y con Jesús. Pedro llega hasta el colmo de negar a su maestro, también por tres veces; el resto lo abandona...
Del noveno de la lista, Leví, sabemos que era recaudador de impuestos y, por tanto, colaboracionista con el poder romano; social y religiosamente considerado al mismo nivel que los ladrones.
El último de la lista, Judas, fue tristemente célebre, porque traicionó a Jesús.
Mucho tendría que trabajar Jesús hasta hacerles comprender y poner en práctica su mensaje de amor, de renuncia a los privilegios y al poder, su doctrina de servicio hasta la muerte.
Nosotros, tal vez, hubiéramos elegido otros colaboradores mejor preparados, ya mentalizados para llevar adelante la tarea. Cuanto para aprender de Jesús, a su manera de HACER COMUNIDAD.
Como en toda vivencia de Comunidad, Jesús tuvo también dificultades en su relación con los doce, como Moises con el Pueblo Elegido. Este, se olvidó una y otra vez del compromiso hecho, añorando las cebollas de Egipto y protestando por llevarlos a un desierto que consideraban lugar de muerte y no de paso hacia la tierra prometida.
Mientras Jesús estaba con ellos, los discípulos se volverían una y otra vez al deseo de poder y de privilegios, hasta el colmo de dejar a su maestro solo en la cruz.
Pero Dios recompondría aquella comunidad de decepcionados para hacerlos testigos fervientes de su mensaje de amor y servicio hasta los confines del mundo. Fue un largo camino no exento de dificultades, pero valió la pena.
Al final podrían decir como Pablo a los romanos: “gracias a Jesús el Mesías, Señor nuestro, que nos ha obtenido la reconciliación, estamos también orgullosos de Dios”.
Esta es una tarea que compete a todos los seguidores de Jesús. Y el hecho de que haya en la Iglesia personas que hacen la tarea con especial dedicación no puede ser excusa para que los demás no realicen su parte.
Para Reflexionar en Comunidad:
Jesús envía a sus apóstoles con instrucciones claras: “Proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, arrojen demonios. Gratis han recibido, denlo gratis”.
- Yo, ¿a qué creo que me ha enviado Jesús en medio del mundo?
Se compadeció Jesús, porque “los vio que estaban cansados y decaídos, como ovejas sin pastor”...
- ¿Qué sentiría Jesús si mirara hoy este planeta con esa muchedumbre de 6.000 millones de personas? ¿”Ovejas sin pastor”?
Jesús siente que hay pocos obreros para cosechar. Algún teólogo ha señalado que la metáfora o el símbolo de la evangelización como “siembra” no figura en el evangelio, que Jesús siempre que se refiere a la misión habla más bien de cosechar...
- ¿Qué sugerencias nos provoca esta constatación? ¿Será que Jesús es más optimista que nosotros?
Jesús envía a sus apóstoles con instrucciones claras: “Proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, arrojen demonios. Gratis han recibido, denlo gratis”.
- Yo, ¿a qué creo que me ha enviado Jesús en medio del mundo?
Se compadeció Jesús, porque “los vio que estaban cansados y decaídos, como ovejas sin pastor”...
- ¿Qué sentiría Jesús si mirara hoy este planeta con esa muchedumbre de 6.000 millones de personas? ¿”Ovejas sin pastor”?
Jesús siente que hay pocos obreros para cosechar. Algún teólogo ha señalado que la metáfora o el símbolo de la evangelización como “siembra” no figura en el evangelio, que Jesús siempre que se refiere a la misión habla más bien de cosechar...
- ¿Qué sugerencias nos provoca esta constatación? ¿Será que Jesús es más optimista que nosotros?