Jesús lo repetía una y otra vez: ya está aquí Dios tratando de trasformar el mundo; su reinado está llegando. No era fácil creerle.
La gente esperaba algo más espectacular: ¿dónde están las señales del cielo de las que hablan los escritores apocalípticos? ¿Dónde se puede captar el poder de Dios imponiendo su reinado a los impíos?.
Jesús tuvo que enseñarles a captar su presencia de otra manera. Todavía recordaba una escena que había podido contemplar desde niño en el patio de su casa. Su madre y las demás mujeres se levantaban temprano, la víspera del sábado, a elaborar el pan para toda la semana. A Jesús le sugería ahora la actuación maternal de Dios introduciendo su levadura en el mundo.
Con el reino de Dios sucede como con la levadura que una mujer esconde en la masa de harina para que todo quede fermentado. Así es la forma de actuar de Dios. No viene a imponer desde fuera su poder como el emperador de Roma, sino a trasformar desde dentro la vida humana, de manera callada y oculta.
Así es Dios: no se impone, sino trasforma; no domina, sino atrae. Y así han de actuar quienes colaboran en su proyecto: como levadura que introduce en el mundo su verdad, su justicia y su amor de manera humilde, pero con fuerza trasformadora.
Los seguidores de Jesús no podemos presentarnos en esta sociedad como desde fuera tratando de imponernos para dominar y controlar a quienes no piensan como nosotros.
Con el reino de Dios sucede como con la levadura que una mujer esconde en la masa de harina para que todo quede fermentado. Así es la forma de actuar de Dios. No viene a imponer desde fuera su poder como el emperador de Roma, sino a trasformar desde dentro la vida humana, de manera callada y oculta.
Así es Dios: no se impone, sino trasforma; no domina, sino atrae. Y así han de actuar quienes colaboran en su proyecto: como levadura que introduce en el mundo su verdad, su justicia y su amor de manera humilde, pero con fuerza trasformadora.
Los seguidores de Jesús no podemos presentarnos en esta sociedad como desde fuera tratando de imponernos para dominar y controlar a quienes no piensan como nosotros.
No es ésa la forma de abrir camino al reino de Dios. Hemos de vivir dentro de la sociedad, compartiendo las incertidumbres, crisis y contradicciones del mundo actual, y aportando nuestra vida trasformada por el Evangelio.
Hemos de aprender a vivir nuestra fe en minoría como testigos fieles de Jesús. Lo que necesita la Iglesia no es más poder social o político, sino más humildad para dejarse trasformar por Jesús y poder ser fermento de un mundo más humano.
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Hemos de aprender a vivir nuestra fe en minoría como testigos fieles de Jesús. Lo que necesita la Iglesia no es más poder social o político, sino más humildad para dejarse trasformar por Jesús y poder ser fermento de un mundo más humano.
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