LA VIÑA Y EL SERVICIO - El Reino que Cristo trajo, es incompatible con las situaciones de exclusión de muchos hermanos.

Algunos seguimos aferrados a un servicio de la palabra más apto para generaciones pasadas que para la sociedad actual. Pretendemos hacer oír una palabra alejada de la realidad que vivimos, expresada en un lenguaje teórico, con poco sabor de la vida y la problemática de la gente...
La inculturación sigue siendo una materia pendiente para los cristianos. Nos preguntamos cómo lograr que nuestro servicio de la palabra se inspire y se haga carne en compromisos por la Vida, la Justicia y la Solidaridad.
Podemos mirar a los profetas; Ellos siempre mantuvieron una actitud crítica frente al poder religioso, político, económico, de clases y simultáneamente vivían en medio del pueblo.
Isaías, no duda en utilizar una vieja canción romántica, sobre una viña, para comunicar con eficacia su mensaje. No teme que lo tilden de coplero de amoríos, o que la gente piense que sus recursos didácticos no están a la altura requerida. Para Isaías lo importante era hacer captar al decadente reino de Judá los peligros evidentes del poder ejercidos mediante el autoritarismo, la represión y la avaricia.
Ocurre otro tanto con la predicación de Jesús, porque se vale del mismo tema de la viña para expresar su mensaje.
Muchos grupos fanáticos consideraban que la salvación de Israel era la única meta de la historia. Jesús cuestionó duramente esta manera de pensar, por superficial y excluyente. Por eso, muchos líderes sectarios, tanto de “derecha como de izquierda”, consideraron que Jesús era una amenaza.

Para Jesús el Reino de Dios estaba abierto a todos los seres humanos de buena voluntad, o sea, que tuvieran como valor primero de su vida; el Amor y la Justicia. Para Jesús, no eran importantes las diferencias raciales, de género o de cualquier otro tipo: todas las personas de buena voluntad, las que estén dispuestas a vivir la solidaridad fraterna, están invitadas. Ideal y práctica.
Esta manera de actuar y de pensar le acarreó profundos conflictos con los grupos religiosos, políticos y económicos de la época. Para los hombres ortodoxos esta apertura del Reino de Dios a los extranjeros, enfermos y pecadoras era absolutamente impensable. Más aún, ellos consideraban que fuera de Israel y de su particular religión no había salvación para nadie. Se consideraban propietarios del Reino de Dios.
Jesús los desafía abiertamente, y por medio de esa comparación con la viña, les muestra que la ortodoxia recalcitrante no conduce a la salvación. El Reino no es propiedad privada de nadie ni de ningún grupo en particular.
Toda la vida y ministerio de Jesús es compromiso con la vida. Sus acciones y palabras convocan a todos a compartir su vida en la nueva realidad humana y mundana que la construcción del Reino va provocando: sus obras poderosas, su acogida hacia los excluidos, el anuncio de la utopía de Dios que abre nuevos horizontes de esperanza en el corazón de los pobres.
Las denuncias de Jesús nos indican que el mensajero del Dios de la Vida no puede permitir que el ser humano esté permanentemente torturado por experiencias de muerte.
Como seguidores de Jesús sabemos que esta vida se manifiesta y goza en plenitud cuando se pone totalmente al servicio del prójimo.
Jesús, está dispuesto a dar su vida en rescate por todos. Nadie le quitó la vida; él la entregó libremente. De él hemos aprendido que ser buen pastor es desvivirse por el rebaño, dar la vida por los hermanos.

Debemos sumarnos a tantos cristianos y cristianas que en estos tiempos y en estas tierras han optado por servir a la vida, aun a riesgo de perder o complicar la suya propia. Al hacerlo, prolongamos la mejor tradición cristiana, confiados en la intercesión de nuestros hermanos y hermanas mártires.