En estos días pasados, celebramos la Fiesta del Espíritu Santo, su venida, su soplo, su impulso interior, su vida que renueva nuestras vidas y nuestras actividades.
El Espíritu de Dios nos hace tomar decisiones impensadas, distintas, a las de otros tiempos, los tiempos del País Lejano que habitábamos, y nos hace valientes para decir esas cosas simples que por distintas razones no salían de nuestro corazón; “te quiero”… “perdón”… “gracias”… “me comprometo”.
Decíamos,la importancia en estos días pasados, de la alegría por la experiencia de la Motivación del Espíritu a través de los PM 75 y 76 y su influencia en la Comunidad de Palestra.
El Espíritu de Dios nos hace tomar decisiones impensadas, distintas, a las de otros tiempos, los tiempos del País Lejano que habitábamos, y nos hace valientes para decir esas cosas simples que por distintas razones no salían de nuestro corazón; “te quiero”… “perdón”… “gracias”… “me comprometo”.
Decíamos,la importancia en estos días pasados, de la alegría por la experiencia de la Motivación del Espíritu a través de los PM 75 y 76 y su influencia en la Comunidad de Palestra.
Tantos signos en tan poco tiempo, por lo tanto es necesario considerar algunos de ellos:
El Espíritu de Dios que actúa a tiempo y a destiempo, que “altera” nuestras vidas, según nuestra manera de vivir el tiempo. El nos impulsa más allá de las fronteras que hasta hoy conocíamos, nos lleva a lugares que vemos a diario, pero que no conocemos, o no les prestamos la atención suficiente; nuestra propia vida, nuestra familia, nuestras expectativas futuras, el dolor del otro, la soberbia del poderoso, y nuestros sueños y anhelos.
El, nos saca de los moldes, de las estructuras rígidas de las supuestas seguridades, nos saca de nuestras fortalezas, bunkers, patios protegidos, grupos, comunidades, movimientos, instituciones… quiere sacarnos de allí para acercarnos al prójimo. El AMOR al hermano es nuestra única seguridad.
La Comunidad de hermanos de perseverancia, sería otro signo, en el libro de los Hechos de los Apóstoles se relata que el inicio de la Primera Comunidad Cristiana es en el Espíritu, primero El y luego los hombres y mujeres que la conforman y las actividades y forma de vivir que adoptan.
Sin despersonalizarse, sin dejar de ser lo que son; hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, pero únicos, distintos, irrepetibles, originales, teniendo como centro de su vida comunitaria a Jesús.
Una Comunidad de Amor, del Pan, de oración, de solidaridad, de enseñanza, de soportarse, de caminar juntos, de aceptarse con sus historias personales y culturas familiares, con sus saberes y sus dificultades, pero unidos en el deseo de Perseverar en la presencia de Jesús, y comprometerse en el fundamento principal de una Comunidad, en el Kerigma, en el anuncio del acontecimiento pascual y su punto central, la Resurrección.
La Perseverancia, es el tercer signo a considerar, porque luego del acontecimiento de la presencia de Jesús y su Espíritu, debemos entrar en la dinámica de que ese acontecimiento no se quede como un “lindo recuerdo” condenado a repetirlo solo por el hecho de sentirse bien, o como decimos muchas veces, solo por folclore, o vivir esperando a que se repita ese “golpe”, o esa “sorpresa” en nuestras vidas.
Tener claro esto en los tiempos de la Perseverancia, en los tiempos de Sedimentar las distintas motivaciones y vivencias del PM, nos llevara a encarar mejor los días de la Perseverancia, que no es otra cosa que proponernos metas, en lo espiritual, en las relaciones interpersonales con los que me rodean, empezando por la familia, en mejorar los hábitos y costumbres de vivir, en sacar a la luz los talentos con los que Dios me adornó, en hacer realidad las motivaciones de la introspección, del desierto interior, de la oración, de la revisión diaria de mis actos, de considerar que soy hecho para vivir en libertad y que la autodisciplina es un elemento que me hace tomar mis propias decisiones y hacerme cargo y responsable de mis actos.
Tantas metas, que no tienen un tiempo-calendario, que sirven solo para sacar “resultados”, sino objetivos para vivir como Hombre Nuevo.
El Espíritu de Dios que actúa a tiempo y a destiempo, que “altera” nuestras vidas, según nuestra manera de vivir el tiempo. El nos impulsa más allá de las fronteras que hasta hoy conocíamos, nos lleva a lugares que vemos a diario, pero que no conocemos, o no les prestamos la atención suficiente; nuestra propia vida, nuestra familia, nuestras expectativas futuras, el dolor del otro, la soberbia del poderoso, y nuestros sueños y anhelos.
El, nos saca de los moldes, de las estructuras rígidas de las supuestas seguridades, nos saca de nuestras fortalezas, bunkers, patios protegidos, grupos, comunidades, movimientos, instituciones… quiere sacarnos de allí para acercarnos al prójimo. El AMOR al hermano es nuestra única seguridad.
La Comunidad de hermanos de perseverancia, sería otro signo, en el libro de los Hechos de los Apóstoles se relata que el inicio de la Primera Comunidad Cristiana es en el Espíritu, primero El y luego los hombres y mujeres que la conforman y las actividades y forma de vivir que adoptan.
Sin despersonalizarse, sin dejar de ser lo que son; hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, pero únicos, distintos, irrepetibles, originales, teniendo como centro de su vida comunitaria a Jesús.
Una Comunidad de Amor, del Pan, de oración, de solidaridad, de enseñanza, de soportarse, de caminar juntos, de aceptarse con sus historias personales y culturas familiares, con sus saberes y sus dificultades, pero unidos en el deseo de Perseverar en la presencia de Jesús, y comprometerse en el fundamento principal de una Comunidad, en el Kerigma, en el anuncio del acontecimiento pascual y su punto central, la Resurrección.
La Perseverancia, es el tercer signo a considerar, porque luego del acontecimiento de la presencia de Jesús y su Espíritu, debemos entrar en la dinámica de que ese acontecimiento no se quede como un “lindo recuerdo” condenado a repetirlo solo por el hecho de sentirse bien, o como decimos muchas veces, solo por folclore, o vivir esperando a que se repita ese “golpe”, o esa “sorpresa” en nuestras vidas.
Tener claro esto en los tiempos de la Perseverancia, en los tiempos de Sedimentar las distintas motivaciones y vivencias del PM, nos llevara a encarar mejor los días de la Perseverancia, que no es otra cosa que proponernos metas, en lo espiritual, en las relaciones interpersonales con los que me rodean, empezando por la familia, en mejorar los hábitos y costumbres de vivir, en sacar a la luz los talentos con los que Dios me adornó, en hacer realidad las motivaciones de la introspección, del desierto interior, de la oración, de la revisión diaria de mis actos, de considerar que soy hecho para vivir en libertad y que la autodisciplina es un elemento que me hace tomar mis propias decisiones y hacerme cargo y responsable de mis actos.
Tantas metas, que no tienen un tiempo-calendario, que sirven solo para sacar “resultados”, sino objetivos para vivir como Hombre Nuevo.
En la Perseverancia, comenzaremos a recorrer los mismos caminos en los que veníamos, pero de una manera diferente, y se notará en la manera de caminar los mismos, sabiendo la meta a conseguir, y aunque las dificultades se presenten, sabremos buscar las soluciones posibles. Perseverar es un desafío.
Tres elementos a tener en cuenta, decíamos, el Espíritu Santo, la Comunidad y la Perseverancia, para estar a tono con nuestras hermanas y hermanos de los Motivadores 75 y 76 de la Etapa Jóvenes, para acompañarlos y compartir con ellos la FE y la VIDA, como los hermanos de los primeros tiempos del cristianismo:
“Eran asiduos en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la solidaridad, en la fracción del pan y en las oraciones.
Ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles, un sentido de reverencia se apoderó de todos. Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común. Vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno. A diario acudían fielmente y unánimes al templo; en sus casas partían el pan, compartían la comida con alegría y sencillez sincera. Alababan a Dios y todo el mundo los estimaba. El Señor iba incorporando a la comunidad a cuantos se iban salvando”. Hechos de los Apóstoles 1, 42-47
Temas relacionados en: (Hacer CLIC en estos títulos)
- EL CAMINO DE LA PERSEVERANCIA.
- COMO DEBERÍA SER EL CRISTIANO?.
“Eran asiduos en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la solidaridad, en la fracción del pan y en las oraciones.
Ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles, un sentido de reverencia se apoderó de todos. Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común. Vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno. A diario acudían fielmente y unánimes al templo; en sus casas partían el pan, compartían la comida con alegría y sencillez sincera. Alababan a Dios y todo el mundo los estimaba. El Señor iba incorporando a la comunidad a cuantos se iban salvando”. Hechos de los Apóstoles 1, 42-47
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