¿Testimonio? ¿Aquí? ¿Ahora? Jajaja bueno, lo intentaré. La verdad ponerle palabras a vivencias indescriptibles es algo complicado, porque justamente ese testimonio es algo vivido tan profundo y grande que solamente lo vamos entendiendo de a poquito, guardando esas cosas y meditándolas en nuestro corazón como María.
Cosas pequeñas pero tan grandes… cariño verdadero, abrazos al alma, miradas, risas; son cosas que nos descolocan. Y cuando algo me descoloca, le pido a María que, como mamá, me enseñe esa gracia suya y me ayude a ver a Dios en mi vida en esas experiencias.
Y definitivamente algo que me descolocó totalmente fue este loco movimiento. Había escuchado sobre Palestra en Salta pero la verdad no me llamaba. Sinceramente, las cosas de Dios no me llamaban; no tenía en Él mi mirada y no veía que me estaba acompañando en cada momento de mi vida.
Ahora veo que, a pesar de yo estar ciego y no verlo, ¡Él me veía y no me dejaba! Me guiaba por su camino tal cual como hace un guía con una persona no vidente. ¡Sí! Yo había hecho catequesis, participé en el grupo de jóvenes de mi parroquia, el coro y todo pero… no valoraba esa amistad con Jesús, no me había encontrado cara a cara con Él. Me lo encuentro en Tucumán por primera vez en un rostro amigo que me invitó un sábado al colegio Tulio, me dijo que vaya y pregunte por “Kénosis”.
Sin saber siquiera lo que era o lo que me podía encontrar, fui ese y algunos sábados más y los empecé a conocer: gente de amarillo que siempre tenía una sonrisa en el rostro y un misterioso fuego en su corazón. No lo sabía en ese momento pero ese era el lugar que Dios sabía que era para mí.
Vivir todo el proceso educativo de Palestra fue lo que marcó a fuego todo: descolocó y sacó de mí las cosas erradas, inciertas y puso a Cristo en mi corazón, encajando perfectamente en cada esquina y rincón. Era lo que me faltaba. Cuando me amigué con Él sentí posta que volví en el tiempo y que era ese Marquitos que acababa de recibir la Confirmación. Un Marquitos renovado, que ya no estaba ciego. Un Marquitos con un nuevo corazón.
Desde ese encuentro Él no me apartó de su lado. ¡Me llamó muchas veces! No se limitó a que me quede encerrado en la comunidad y me enseñó que Palestra era grande, con toda su estructura y sus comisiones de trabajo. Me llamó para la Comisión de Pastoral del movimiento y ví que las fronteras estaban más lejos y que toda una Diócesis, una Iglesia de Tucumán, existía.
Después me enseñó que la cosa no acababa ahí y en la JMJ en Río directamente me mostró que no existen las fronteras en las cosas de Dios, NADIE en el mundo está exento de recibir a Cristo en su corazón y que cada bautizado de cada país del mundo es también hermano en Cristo. Tal cual como decimos: “Para un apóstol ya no hay fronteras, yo tengo hermanos por doquier”.
Dios me regaló un millón de hermanos nuevos, familias nuevas que se me sumaban a mi familia de sangre que tengo a la distancia. Esa familia palestrista tan genial en la que voy creciendo y llena de personas fascinantes en cada comunidad hermana. Esa familia eclesial en la que comparto tanto, aprendo tanto y conozco carismas de lo más sorprendentes: el amor a María de Schoenstatt, las pilas de los Salesianos, la perseverancia de Acción Católica, la profundidad de los carmelitas, la fraternidad de las parroquias y capillas… tanta gente enamorada de Dios.
Podré encontrarme a Dios en muchos lados: Pascua Joven, Periodos Motivadores, Pastoral Arquidiocesana, Movimientos, etc. ¡Las fronteras son infinitas! pero mi hogar es la base, la semilla, la fuente y la raíz de todo eso: KENOSIS.
Si Dios no me hubiera amado desde el principio en esa pequeña gran comunidad de amor, mi vida sería totalmente distinta. Dios me amó en cada persona. Me ama en cada hermano y hermana de comunidad y sobre todo en cada apostoladito. Cada abrazo de un adolescente es un abrazo de Dios a mi corazón. Dios quiso que sea PROTAGONISTA en Kénosis. Me jugué y me lo propuse. Y es tanto el amor que Kénosis me dio y sigue dando que quiero darle todo lo mejor de mí a esta bella comunidad. No me importa pasar días enteros fuera de mi casa ni postergar un poco las cosas de la facultad, encontrarme con Cristo en la comunidad y transmitirlo es más importante.
¡Jamás quiero dejar de querer ser protagonista! ¡Jamás quiero cansarme de trascender! ¡Jamás quiero olvidarme que somos capaces de dejar huellas en el corazón del otro! Quiero que la antorcha de Cristo nos encienda siempre el corazón. Y en cuanto a mí, no quiero olvidarme que:
¡Por la Gracia de Dios soy lo que soy, y su Gracia no fue estéril en mí!
Marcos F. Paz – PM 83 – Comunidad Kénosis