Hace un tiempo atrás sentía que era el fin de una etapa, que Dios me pedía más, que salga de mis comodidades, que deje el puerto seguro y me anime a lo nuevo porque él tenia preparado para mi grandes cosas, pero sobre todo me decía que me deje sorprender.
Es así que en el momento que parecía no encontrar un lugar para perseverar y seguir creciendo en mi fe me regala una nueva comunidad: Bartimeo, con el desafío de empezar de cero, de formar una comunidad que necesitaba de mis dones, mis talentos y de mi carisma kenosiano que me hizo ser lo que soy hoy.
Si hay algo que era parte de este desafío , era la diversidad, todos diferentes pero necesarios, con el objetivo de servir a Dios en una nueva realidad donde nos íbamos haciendo grandes, pero no tanto, donde los tiempos no eran los mismos, pero el entusiasmo seguía, así como la certeza de que era Dios el que nos había elegido para formar esta comunidad.
Yo también como aquel ciego de Jericó narrado en el evangelio de Marcos me sentía al costado del camino dejándome callar por las preocupaciones, las obligaciones y las nuevas tareas que me esperaban en esta nueva etapa, al momento que Jesús me llamó y me eligió para esta comunidad no dude, también como el ciego tire mi manto, me desinstale: de los prejuicios, de mis miedos, mi grupo de amigos, mi comunidad de jóvenes que tan feliz me hizo y me animé a este llamado porque sé que él no defrauda que nunca se deja ganar en generosidad.
Y es así que nace Bartimeo en mi vida, mi nuevo hogar, mi lugar de descanso y crecimiento, personal y espiritual, donde cada día me enseña a descubrir que solo Dios basta para ser feliz. Siempre me gustó como termina el evangelio de Marcos "al momento recobró la vista y lo seguía por el camino".
Bartimeo no sabía donde Jesús lo iba a llevar, pero confiaba, se abandonaba a su voluntad, y así estoy hoy dejándome sorprender por Dios, no teniéndole miedo a las sorpresas que nos mueven el piso, nos ponen inseguros pero que nos meten en camino, porque así como Bartimeo también espero que en el encuentro con Jesús, él me mire y me diga "Tu fe te ha salvado".
Cynthia Caballero - PM 73
Lectura del Evangelio para ayudar en la reflexión, San Marcos (10,46-52)
"En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.»
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino."